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Mensaje por Yves A. Blanchard Sáb Mayo 17, 2014 8:14 pm

Enlace al tema 2 en proceso (descarga)

Nada se le antojaba más que escuchar aquellos suspiros. Una deliciosa melodía in crescendo ahogada por el crepitar del agua, alternaba quejidos y jadeos a medida que el híbrido se desplazaba sobre su piel. El pianista se comportaba de forma inusualmente sumisa, sin oponer resistencia a los gestos de Yves, quien actuaba a su antojo respecto al cuerpo del menor. Este se dejaba llevar, quizá aturdido por el rápido, casi absurdo desarrollo de los acontecimientos. Y para qué negarlo: disfrutaba teniéndolo a su merced, incluso aun causándole cierto dolor ─ como comprobó tras lamer la herida del cuello ─. Al separarse pudo observar de cerca su obra: recientes marcas rojas y moradas sobre un lienzo blanco, repartidas en lugares estratégicos y difíciles de ocultar. ─ Sólo es el principio. ─ respondió en un tono igualmente lascivo, siguiendo el juego. Entonces, tan imprevisible como de costumbre, pareció salir de su sopor y quedó encima del ángel, alzándose sobre las piernas de tal modo que este debía levantar la cabeza para buscar sus labios. Extrañado por esa repentina reacción ─ pero curioso por averiguar sus intenciones ─ el híbrido le dejó hacer. ─ Me preguntaba por qué tardabas tanto.─ Soul empezó a seguirle el ritmo y sus lenguas a batirse entre ellas, ansiosas por encontrarse la una con la otra. Sus encuentros parecían basarse en una competición constante por el dominio sobre el otro, y tarde o temprano sería ese comportamiento insano quien los arrastraría hacia la locura... si es que no se encontraban ya en ella.

Abrió los ojos al sentir las uñas ajenas atravesando la capa supercial de su piel, inquiriendo una explicación a los orbes escarlatas que lo observaban con malévola satisfacción, regodeándose en la venganza inflijida al mayor. El demonio no se dejaría manejar fácilmente, aún quedaba mucho por lo que luchar. Él tampoco tenía buen perder: sería ingenuo por parte del más joven pensar que le permitiría cumplir con su voluntad sin presentar batalla. El aliento cálido en su oído logró distraerlo mientras le marcaba el pecho, serpenteando lentamente hasta su espalda. Masculló más por la sorpresa que por dolor, aunque no estaba molesto. ─ Puedes dar gracias por ello. ─ ironizó contra los labios contrarios, los cuales pronto fueron bajando hasta su cuello. Accedió de buena gana a rodearle el estrecho talle con las manos, mientras la piel del albo empezaba a arder bajo estas. Gruñó para dejar translucir su rabia creciente; sin embargo levantó la cabeza guiado por la mano enemiga. Pudo reconocer los versos del poema [i]Le chant des nations[i]; e incluso hubiera sonreído de no ser por las circunstancias en las cuales se encontraba. Cabría esperar cualquier cosa viniendo de él, excepto eso. Aún continuaba siendo una caja de sorpresas. Tenía un francés bastante aceptable, con un acento sutil pero adorable... Antes de poder siquiera abrir la boca esta ya había sido atrapada por Soul, quien se volvía cada vez más atrevido y voraz. Le sorprendía la repentina fuerza con la cual era empujado, como si su energía fuese creciendo ─ cuando debería ser justo al revés ─ junto con otras partes de su anatomía. Pero no pensaba concederle el beneficio de jugar esa baza. Y ello le costaría la sutileza con la cual le había tratado en un principio.

Separó su espalda de la pared, contrarrestando la fuerza con la cual era oprimido, para empujarlo sin más miramientos hacia el lado contrario de la bañera. El sonido de la espalda ajena al chocar contra esta le fue claro y audible debido a la cercanía, el agua ondulante recibiéndolo a su alrededor. Tomó sus caderas con determinación para acelerar el sinuoso movimiento que provocaba la piel al rozarse, mientras la otra mano se cernía sobre la esbeltez de su cuello. Lejos de las caricias que eran de esperar, usó ese punto para hundirlo bruscamente bajo el agua, aún unidos por el beso que mantenía el aire circulando entre sus pulmones. La derecha resbaló hacia la pelvis, y con la experiencia adquirida durante años, deshizo el nudo que ceñía la toalla a esta. El paño terminó por caer en el fondo, dejándole completamente expuesto frente al íncubo. Ninguno de los dos era nuevo: sabían perfectamente qué y cómo iba a ocurrir, no hacía falta ser delicado el uno con el otro. Yves volvió a guiarle hacia la superfie tomándole por los hombros, recobrando su propio aliento. Se deslizaba con descarada calma por la piel de su vientre, el contorno de su cinutra. Aunque la paciencia y el control se fuesen perdiendo a partes iguales, no necesitaba hacerle daño para verle sufrir, si bien tampoco descartaba esa opción. Era su particular forma de castigo. Al menos hasta alcanzar cierto límite... y teniendo en cuenta cómo se iban desarrollando las cosas, ese momento no tardaría demasiado en llegar.

La efervescente sensación tras volver a tomar el mando le incitó a recuperar también la posesión sobre el cuello contrario, descendiendo hasta su manzana de Adán. Primero rozándola apenas, luego besándola y tironeando con los dientes la piel que quedaba encima de la nuez. ─ ... Ya que pareces un entendido en la materia, sabrás que aquí, en Francia, tenemos un proverbio: ─ tal como el pianista había hecho momentos antes, se desplazó hasta su oreja izquierda para morder ─ no tan suavemente como pretendía ─ la parte superior de esta. ─ Quand il n'y a pas péril dans la lutte, il n'ya pas de gloire dans le triomphe. ─ combatió el fuego con fuego, contestando a la pregunta cuya respuesta había ahogado con su beso. Podía sentir la presencia de aquel intruso en las venas, deslizándose hasta lo más recóndito de su ser para consumirle lentamente, su propia esencia luchando contra la invasión por el control. La mano en su cintura fue bajando, recorriendo un camino inexplorado hasta la fecha, cada vez más abajo, más profundo. Al principio sólo fue una caricia tentativa, palpando la forma emergente entre aquellos muslos pálidos. Pronto los largos y experimentados dedos del híbrido se cerraron alrededor sin clemencia alguna, en precisos movimientos que abarcaban toda la extensión y la humedad facilitaban. El calor que emanaba el cuerpo del demonio  ─ quien en pocos minutos había sufrido un cambio drástico de temperatura ─, era una aleación con el suyo propio, agua y vapor. Tanto, que podía percibirle antes mediante el tacto que la vista. Alargó la mano libre para cerrar el grifo, y durante unos segundos, reinaba silencio. Advirtió por primera vez lo profunda y ronca que se había vuelto su respiración, cómo a veces la dejaba escapar cuando el albino se movía sobre sus piernas, provocándole de forma si no inconsciente, descarada. Y con evidentes resultados. Aceleró el ritmo y cambió la forma a una circular, pasando el dedo medio por la húmeda punta.

Lejos de molestarse por los arañazos, sonrió para sí y contraatacó recorriendo con los dígitos la figura ajena, deteniéndose en uno de los pezones al que aplicaba tortuosa fricción. En algún punto aquello había dejado de ser un juego y comenzado a desvariar peligrosamente. El contrario tenía casi o tanta práctica como él, sabía qué hacer en cada momento y le sobraba iniciativa. Aunque era un digno opnente, de ahí no pasaba. Acabar con la paciencia del ángel ya resulta arriesgado, pero tentar al demonio, eso es ser temerario.
Yves A. Blanchard
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Mensaje por Soul Eater Jue Jun 26, 2014 7:35 pm

Dioses, me pregunto si mi emoción tenía que ver porque hacía tanto tiempo que no tenía sexo o porque se trataba de este desarmado ángel, o algo de las dos. Pero la sentencia era que me estaba encantando, tenerlo debajo de mí mientras mi lengua paseaba alrededor, examinando su boca y él la mía. Creo que esta era la habilidad nata de los francés para los besos, ahora me preguntaba si  alguna vez lo bese como ahora, pero solo una vez y era para molestarlo, debía hacerlo más seguido. –Nggg… -Abrí los ojos por un momento para percatarme que algo estaba cambiando y segundos más tarde fui empujado del otro lado de la tina.  Creo que fueron unos segundos sin los labios del otro para quejarme del trato tan hostigoso pero después fue diferente. –Aahh… Tú –Murmure para verle, mientras mi piel estaba más cálida, solo estaba recibiendo tentadores roces. Y como tenía razón, volví a los labios de mi sirviente,  mientras el agua me envolvía, mi cabello bailaba en él, de hecho podíamos seguir así por minutos, no es que pueda respirar debajo del agua pero por ahogarme no iba a morir. Me atrevía abrir los ojos para encontrarme con él, mis manos lo apresaron más sujetándole de sus cabellos, tenía ganas de morderle el labio pero eso iba a interrumpir el beso. No fue hasta que me saco que pude respirar y me agite, al parecer si me había afectado no respirar, la culpa la tenía el francés, me había sumergido cuando menos me lo espere. Baje el rostro para distinguir la mano, al parecer ya estaba haciendo sus movimientos. Jugueteando y restregándome en la cara su posición encima, cuando iba a soltarle las palabras mi garganta deshizo las por una voz ronca, los dientes del ángel estaban atacando nuevamente. Con lo que no deseaba amanecer con una voz afónica.

Mis manos pasearon por la nuca hasta la espalda, sus ataques de violencia que emitía a mi cuerpo creo que no iban a parar a menos con esa boca que en cualquier momento buscaba morder la piel. Los movimientos cesaron al ser encarado por la voz, ahora seductora, de Yves. Mi cuerpo se estremeció, nunca pensé escucharlo hablar en francés me excitara, pero lo logro. – ¿Acaso soy un bárbaro? –Respondí como si me hubiera ofendido, pero el aire se escapo de mis labios, mi cabeza se recostó en el hombro de él, no pensé que me tocara así en ese momento. Me distraje de muy mala manera y lo estaba pagando. Solo unos segundos necesitaba para recuperarme. Levante la cabeza y por desventaja, para mí, mi piel se estaba erizando por el cálido aliento del híbrido, yo no me quedaba atrás, estaba suspirando para calmar la tentativa allá abajo. Y después, no fue solo esa mano. Sentía la presión en mi pecho, un dolor que me produjo jadeos. Rayos, había comenzado tan duro que casi suelto un gemido.

Al parecer se estaba desquitando de todo esta noche, me debatía rápido si tenía que detenerlo o que continuara. Su actitud y sus acciones solo me llevaban a una respuesta, deseaba verme débil al placer, que jadeara y gimiera, que mi cuerpo solo pidiera por lujuria y soltara dulces suplicas por más. Pero era mi orgullo que me lo negaba, no iba a dejarme caer tan fácilmente, era eso o que yo era  un masoquista que aguantaría hasta que las acciones fueran más fuertes e insaciables, llegando a ese punto que solo aclamara por atención. Conociéndome, y en mi rápida discusión mental, mi personalidad decía que era un malicioso y que haría todo lo posible por despertar a la bestia.

La sensación era agradable, evitabas soltar gemidos así que te mordías el labio, no tan fuerte porque ya no querías desperdiciar sangre, no tenías suficiente energía como para recuperarte por ti solo. Eso te recordó a la herida que al menos ya estaba cerrando y solo era una línea roja, te preguntabas si quedaría alguna cicatriz al menos por uno o dos días, fue un ataque fuerte. Amaste al depredador que te ataco, al que estaba tratando de saciar aun su hambre de otro modo. Tu pierna derecha se movió con agilidad para que acariciaras la de él, quien siempre estuvo desnudo desde que entraste al baño. Ahora que estabas tomandote tu tiempo, descubriste lo  agradable que era su piel. Tus manos fueron a esa ancha espalda, bajando hasta la cintura, donde dieron paso al pecho. Tiraste la cabeza atrás, soltando suspiros irremediables, era tu miembro atacado con habilidad, trataste solo de empujarlo un poco pero te fue imposible. Levantaste la rodilla de la pierna que estaba sin actividad y querías sentir si tu ángel estaba igual que tu, lo que era correcto, seguramente lo disfrutaba. En un rápido movimiento te sostuviste a los hombros del peliblanco. Si seguía a ese ritmo ibas a volver a estar debajo del agua sin aire.

Rozaste su hombro con tus dientes, mordiendo a cada momento que estabas por soltar los gemidos. El movimiento de tus caderas era para restregarte a él, y con hambre te acercaste a su cuello, besando y succionando, acercándote a su oído.
-¿Divirtiendote? –Ya no pudiste más y comenzaste a gemir un poco, a veces forzándolo. Mientras  una mano bajaba y tocaba el trasero del ángel, arqueabas a veces tu cuerpo solo para restregar tu excitación y ver si con eso dejaba de enrojecer un poco tu piel.

Por alguna extraña razón no habías atacado en la hombría de Yves, ya era hora ¿no?, pero primero buscaste los labios, se estaba volviendo una gran necesidad que se besaran ambos, que comenzaran a enloquecer. Volviste a tus mañas de antes y le tiraste del cabello para que te prestara atención, en tus vagos intentos lamiste su mejilla ansioso un poco su mentón y por fin los labios, no lo besaste, lo saboreabas con lentitud. Sus cabellos fueron liberados y delineabas los hombros una ultima vez antes de marcar el pecho y más abajo, deteniéndote en el estomago. Como si esperaras a buena gana que te dieran permiso a tocarlo, era extraño para ti, pues hacías lo que te daba la gana pero en esta ocasión algo dentro de ti te lo estaba advirtiendo, que debías cuidarte, pero era tan pecaminoso que tus uñas se enterraban deseoso bajando poco a poco.

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Mensaje por Yves A. Blanchard Miér Jul 23, 2014 3:54 pm

Era un hecho innegable: estaba hambriento. Furiosamente hambriento, en realidad. Un apetito irrefenable que sólo la piel ajena podía saciar. Se había convertido en algo imprescindible, desgarrar y probar cada centímetro disponible, como si buscara devorarlo lentamente: si se descuidaba, no dudaría en tomarlo de un solo bocado. Entonces sus bocas se encontraban, jugando la una con la otra, para después separarse en busca de oxígeno que les permitiera seguir con ese vaivén ávido, y así una vez tras otra. Soul, sin embargo, ya no buscaba sus labios: más bien bebía de ellos, como si quisiera acabar con cada gota en Yves. Saber que respondía con la misma intensidad convertía el momento en algo cautivador, adictivo. Hizo una leve mueca, casi una sonrisa, cuando el demonio suspiró contra su yugular. Empezó a moverse más lento; lo último que quería era que aquello acabase apresuradamente, tal como había empezado. Sin una pregunta, sin una sola palabra al respecto, como si fuese predecible desde mucho antes. Y una vez comenzado no pudiera detenerse: sólo tenían que dejarse llevar, permitir que el instinto y la lujuria hiciesen el resto.

Tanteó la cara interna de su muslo, dejando que la palma ejerciera presión mientras la hacía a un lado para abrirse paso, si es que podía llamarlo así. Aquella bañera de hotel no era precisamente cómoda, al menos si se pretendía hacer cualquier otra cosa distinta a bañarse. Estaban en un espacio pequeño, casi claustrofóbico, donde el calor bochornoso se les pegaba a la piel. Podía percibir el vapor fundiéndose con el sudor en una película asfixiante, deslizándose por las paredes, las mamparas, empañando el espejo y su visión. Pero era la cercanía con el cuerpo contrario lo que acentuaba esa sensación, abrumadora, nada molesta. Por mera inercia le empujó cuando Soul hizo amago de alejarse, haciendo que su espalda volviera a chocar contra la pared con un ruido hueco. Y aquel contacto, apenas un leve roce, suficiente para provocar que el aire escapase de los pulmones del híbrido en un suspiro. Acertó a volver la cabeza hacia el brazo que rodeaba sus hombros, besándolo primero, inusualmente suave, para luego arañarlo con los dientes sin llegar a atrapar la carne entre estos.

Los mordiscos en su hombro no le pasaban inadvertidos, se estaba conteniedo. Más que los besos y las caricias en sí, el motivo que alentaba al híbrido a continuar era bien distinto: los suspiros, los jadeos, los gemidos ahogados, y que el demonio le privase de aquellos estimulantes sonidos le exasperaba, le volvía loco. Empezaba a pensar (no, estaba seguro) que poseía la escalofriante habilidad para saber exactamente cómo torturarle. Conociéndole, quizá lo estuviera intentando. Apenas unas horas antes habia visto a un Soul descontrolado, enloquecido, y pese a todo, habia sido un placer encontrarse con él. ¿Qué le hacía creer que existían motivos para retenerse ahora? Era alguien orgulloso (incluso tozudo) sin duda, pero eso no duraría mucho más. Había ralentizado el ritmo hasta volverlo suave, así que se vengó atacando de repente, sin motivo aparente ni aviso. ─ No te esfuerces en contenerte, pienso hacerte gritar hasta que todo el maldito hotel se aprenda mi nombre. ─ murmuró, segundos antes de que el otro hablara. Hasta entonces había estado atacando su cuello, para luego ir subiendo hacia su oído, donde dejó caer esa pregunta, inocente sólo en apariencia. Pareció soltarse un poco empezando a gemir por lo bajo, entrecortadamente. ─ Qué cruel por tu parte... ─ no supo si esa frase pretendía tener algún final, aunque sí sonó algo irónica, como un falso reproche. Tal vez se interrumpió al notar cómo una de sus manos bajaba más de lo que había bajado nunca, o por la manera en la que doblaba su espalda hacia delante, buscando mayor contacto entre sus cuerpos. Echó la cabeza del íncubo hacia atrás para reclamar un nuevo beso. Lento, lascivo, apetecible. La fuerza del tirón desapareció, trazaba un nuevo camino hasta la parte baja de su vientre, donde las manos de Soul se detuvieron, inusualmente dubitativo.

Quizá aquello no le hizo perder el control (aunque estuvo alarmantemente cerca), pero sí para que sus manos se movieran solas: colocó cada una en una rodilla ajena y las separó con fuerza, abriéndolas de par en par. El estímulo visual fue mucho más impactante de lo que supuso. Pequeñas gotas perladas se precipitaban desde las puntas del cabello, deslizándose sobre los costados para desaparecer sobre la estrecha cintura. Los trazos de piel rojiza (la cara interna de los muslos, el centro de su pecho, los lóbulos de las orejas), las marcas moradas repartidas entre hombros y cuello, los labios sonrosados, todo ello contrastaba con la palidez natural de su piel, tan frágil, necesitaba destrozarla cuanto antes. Resultaba increíblemente sugestivo, casi hipnotizante. Dejó pasar un par de segundos en silencio, cargados de tensión, como si dudara de su siguiente movimiento. Nadie lo diría por su rostro inexpresivo, la mirada insondable y sin embargo, cargada de peligrosa determinación. Probablemente, si se tratara de cualquier otra persona (por ejemplo la ya olvidada Evelyn, quien se había convertido en un vago eco) a esas alturas habrian terminado la primera ronda (al menos), pero después de todo lo sucedido, a Soul le tenia ganas. Queria tomarse su tiempo para degustarlo, hacerle pagar, disfrutar, tener su sabor en la boca durante horas. Reconoció que estaba más atado de lo que le hubiera gustado admitir: de algún modo retorcido y perverso conseguía que nada saliera según lo previsto. Lograba que la rabia, el odio, el deseo, buscaran resquicios por los cuales escapar del férreo control al cual estaban sometidos, o más sorprendente, que nada de aquello le desagradara por completo.

Pero sólo fueron eso, un par de segundos antes de tomarlo por la parte de atrás de las rodillas, arrastrarlo hacia su regazo, y volvió cerrar las palmas de las manos en torno a sus caderas. Una se mantuvo allí, hundiendo las yemas de los dedos en el hueso de la pelvis. Tomándole de la barbilla, fue delineando la línea de la mandíbula, mordiendo, besando y chupando alternativamente. Insaciable, ascendió al hueco entre el mentón y el labio inferior, pasando su lengua por este, como quien prueba por primera vez una fruta dulce y jugosa. No pasó mucho tiempo hasta que quiso probar de nuevo su boca: se introdujo lentamente, un intruso que desea pasar desapercibido, y luego volverse un invasor, empezando a pelear por más espacio. Cuando se hartó de torturar los labios contrarios, Yves dejó escapar un suspiro exasperado contra estos, entre impaciente y cansado. ─ No seas tímido. ─ susurró roncamente, con cierta nota sensual en el timbre de su voz: una orden disfrazada de invitación. Con una mano, tomó una de sus muñecas para deslizarla más abajo, hacia su propia erección, la otra cerró sus dedos en torno a la del albino. Este podia ser muchas cosas, pero por suerte tímido no era una de ellas.
Yves A. Blanchard
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Mensaje por Soul Eater Vie Sep 05, 2014 4:57 pm

Cuidado, aléjate, huye… Claro, era el peligro lo que más me excitaba, estar tan cerca de la muerte y sentir el veneno. El calor en mi cuerpo estaba desde que me mordió con furia, plantando esos dientes y desgarrando la piel, con su deseo de quitarme la vida, imposible para alguien que es parte ángel. No es que me encantara ser golpeado y masacrado, pero su rostro de satisfacción fue hermosa, un sentimiento, de extraña felicidad.

Mis caderas estaban siendo guiadas por la necesidad del roce. Un demonio siendo arrastrado por un ángel, no era típico, debía ser todo lo contrario, pero al diablo, que su maldita sensualidad y libido explotaran en mi cuerpo.  Cada vez un Yves despiadado sumergía; ¿las señales? Su agresividad. Me encontraba de nuevo a un lado, tratando de levantarme pero su cuerpo me aprisionaba, excitándome. Los labios que me invitaban a seguir con el ritmo desenfrenado me engañaban para torturarme. –Tch… -La molestia se hizo presente pero su violencia y “torturas” era solo una respuesta de su impaciencia. Los dientes  estaban reclamando mis gemidos y jadeos, que mi garganta cediera, pero, un poco más, que su cuerpo gritara por esos placeres de satisfacción; yo los conocía muy bien y seguir jugando con él era increíble.

Tan descarado, increíble e impredecible, vulgar y apetecible. –Tentador… -Un temblor en mis piernas se presento, sus insinuaciones estaban dando fruto. –Abel… AAahh…. –Gemí, con obscenidad, probando otro nombre. –AAAbel…  Mmm… con esté nombre puedo gritar –Erguí mi espalda pero mi cuerpo se acerco por instinto a esos labios proporcionados, creo que nuestros cuerpo comenzaban a reaccionar por reflejo al placer. Estaba siendo tan condescendiente con él, o era que en verdad tenía tantas ganas de que el mundo se enterase de que estaba teniendo sexo con una de las criaturas más exóticas que nunca haya encontrado. Oh sí, que mi cuerpo y el suyo apestaran a sexo, pecado y corrupción. Era una desgracia que yo no fuera quien le haya quitado el tinte blanco, pero supongo que así era mejor, no trataba con un inexperto.

Que te observara, que solo te observara, provocaba en ti un frio caliente que se expandía desde el pecho. La culpa era de sus ojos, con su sola visión recorriera tu piel. Tu piel pálida descubrió ese sonrojar tuyo, era vergonzoso y humillante que únicamente se detuviera, dejándote en un estado de placer. Mordiste tu labio inferior para reprimir las suplicas. Finalmente solo dejaste escapar un jadeo, reconociendo la necesidad de su tacto.

Él atrajo tu cuerpo, la cercanía era placida, tus manos en su pecho acariciando. Su habilidad con la boca hizo que tus pensamientos e ideas se trastornaran, estabas siendo esclavo del placer. Alargaste el cuello, por las constantes suponías que esa parte de tu cuerpo le encantaba,  provocando que recordaras cuando te mordió por primera vez, desgarrando la piel y bañándote en sangre, que ahora solo era una herida cicatrizando y alrededor chupetones, marcas de diente y pequeñas heridas. Tus dedos comenzaban a recorrer sus cabellos mientras se deleitaba hasta que llamo tus labios, besándote con tranquilidad como si te tuviera a su merced. No te diste cuenta  en qué momento bajaste la guardia y tu orgullo desapareció, pero si te percataste cuando te tiro esto en cara. Enrojeciste, debías recordarle su lugar, él solo un sirviente y tú su señor.
–Todo lo contrario, creí que era muy atrevido para ti – Te relamiste, en verdad tenías ganas de sentir su excitación, lo que habías provocad en su cuerpo.  Tu diestra exploro la extensión. Aunque te estremeciste a su tacto, enfocaste tu atención a lo que sentía. En estos momentos tu orgullo como amante estaba en juego. Me acomode un poco, todo para poder ver su rostro y viceversa, delineando su espalda con la otra mano para poder sostenerme. –Mmm… ¿Quién podría ser el primero? –Estimule coquetamente.

Sujete el falo con más firmeza, bajando lentamente hasta sus testículos, masajeando y presionándolos. De nuevo lo tome por el tronco, comenzando el movimiento a un ritmo lento, pero presionando en mis manos, de abajo arriba, volvía relamerme los labios, sentía que esto no era suficiente. Entre tanto me acerque a la punta presionándola con mi pulgar. Mis labios se pegaron a los suyos, pero luego me aleje con molestia. –Maldita sea… -Necesitaba más roce, algo más indecoroso, esa perversión que pocas veces se despertaba en mí. –Aaah… En mi boca –Presione el miembro contra su vientre, relamiéndome los labios. –Quiero saborearlo –Exclame.

Quería sentir su sexo en mi boca, saborear cada parte, desde la punta, con la lengua y mordiendo a beses. Esos deseos se vieron reflejados en la forma que pasaba mi lengua por el labio inferior de Yves, con la punta le delineaba hasta llegar al extremo y morder, y hacer lo mismo con el otro. Pronto fue mi lengua la que recorría su boca, desde los dientes, atrapando la deliciosa lengua, entrelazándose y ladeaba mi rostro para tener más acceso.  En este punto necesitaba utilizar ambas manos, primero iba a darse un pasea por el pecho, aunque era delgado podía sentir esos músculos marcados como en mármol, un abdomen que excedía calor y un miembro que palpitaba por atención y yo se la iba a dar. Bese al mismo ritmo apasionado que mis manos estaban masturbando el falo, arrinconándolo y sin opción posible. Me detuve en los dos extremos. –O me dirás que  tú eres el tímido –Joder, me habían dicho que no me metiera con locos, pero como no hacerlo si era de lo más jodidamente bueno. Oh, la única manera de callarme era simple.
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Mensaje por Yves A. Blanchard Vie Sep 19, 2014 5:19 pm

El dolor y el placer no son conceptos tan distintos: había experimentado el ambiguo significado de esos términos en su propia piel. Sabía que una cosa fácilmente podía conducir a la otra o, por el contrario, presentarse al mismo tiempo. La herida del brazo cicatrizaba a un ritmo tortuosamente lento, mientras su sangre combatía al veneno intruso. Y el causante, quien había intentado dar fin a su vida con tal de negarle la libertad, a quien había deseado e intentado matar a su vez, se retorcía ahora bajo el peso caliente de su cuerpo, entregado al placer.

Y Dios, lo estaba disfrutando. El roce insistente de sus caderas contra las contrarias, como si se hubiera vuelto adicto al contacto ininterrumpido, nublaba su juicio hasta convertirlo en denso y cálido vapor. Recordó las machas de sangre sobre el pavimento del aparcamiento, impregnada momentos atrás en la nívea piel del albino, antes de que el híbrido lamiera con voracidad sus heridas abiertas, formando otras nuevas a su paso. Recordó lo inesperado y violento de aquel primer beso, cuando sus manos y alas habían sido atadas por la sangre negra. De haber tenido oportunidad, le hubiera gustado ser él quién atara las manos del pianista, preferiblemente al cabezal de la cama, y allí hacerle enloquecer más de lo que ya estaba. La boca de Yves, mucho más voraz que su mirada, volvió a encontrarse con la de Soul de forma tan brusca, entrechocando sus dientes y saboreando la humedad, el calor. Para acallar ese nombre, nuevo, diferente y terriblemente audaz, demasiado cándido y bíblico para un ser de su auténtica naturaleza. Pero si había algo mejor que oír su segundo nombre en semejante situación, eran los lascivos gemidos que lo acompañaban, el jadeo que pareció escapársele cuando sus cuerpos volvieron a encontrarse. Era tanta la necesidad como el deseo, sonidos perfectos que gustaba sentir sobre sus labios, disfrutando del ardor y las leves vibraciones de estos. ─ Grita cuanto quieras, si es que puedes. ─ masculló. Soul era provocador por naturaleza, y el híbrido se encontró incapaz de negar los placenteros efectos que ello conllevaba.

Con la mano ocupada, empezó un lento y fluido ritmo, ascendente y descendente, rozando a su vez la corona. El agua evitaba que su palma provocara rozaduras, pero seguía manteniéndose sensiblemente caliente y húmeda. Sólo fue cuestión de tiempo que la mano libre siguiera traviesa a su gemela mientras recorría la forma de las costillas, el hueco de su cintura, el hueso de la cadera, sin llegar a unirse a ella. Siguió bajando hasta que las yemas presionaron el perineo, inusualmente gentil al principio, la curva de su mano adaptándose al delicioso recoveco de la ingle.

Esperaba arrancarle más de un sonido con ello.Y sin embargo fue su turno de suspirar, presionando por incercia aquella porción de piel. ─ No me conoces bien, entonces ─ rió contra su boca, durante uno de los breves instantes en los que no estaban juntas. Era cierto, una noche, un mes, quizá ni toda una vida son suficientes para conocer a alguien en profundidad. ─ Porque iba a decir lo mismo sobre tí. ─ Pero no era como si les importase demasiado en ese momento. Todo hasta donde sabía, era sobre una tensión que no había dado más de sí, acabando abruptamente en un encuentro casual, acuciado por el deseo, el hambre y la urgencia. Era todo en lo que podía pensar, aunque no como si la línea de sus pensamientos hubiera sido clara hasta ese momento. En eso, y en los largos dedos del demonio cerrándose sobre la extensión, las palmas cálidas y sedosas, propias de un pianista destinado a la gloria. Recordó lo fría que estaba cuando impactó contra su mejilla, aquella primera noche, el cosquilleo que había dejado sobre esta. Habían sucedido tantas cosas desde entonces, algunas incluso cambiado radicalmente, como el ardor que dejaban sus huellas mientras se aferraba a su espalda. ─ ¿Tan ansioso estás ya? ─ insinuó divertido, empujando las yemas en movimientos circulares. Podía sentir una tentadora fuente de calor, apenas unos centímetros más abajo, y a la cual sin embargo aún pensaba hacerle esperar.

Lo besó para disfrazar una sonrisa y disimular el placer, las reacciones de su cuerpo ante tal habilidad. Sí él era, con modestia, bueno utilizando la boca y besando, el punto fuerte de Soul eran sin duda las manos. Fue un beso breve, casto, antes de que el otro se separara para murmurar. No provocó que se le subieran los colores como a una jovencita, si eso pretendía, pero sí esbozó una sonrisa casi salvaje, para nada contrariado por la propuesta. Le pareció que las pulsaciones en su entrepierna aumentaron, como si así manifestara su aprobación. Rió, se suponía que era él quien tenía que hacerle suplicar, y no al revés.

─ Si me lo pides así, quién soy yo para negártelo. ─ pero ya tendría su tiempo para la revancha. [color:3d8a=99ccff]─ Aunque tendré que hacer algo por tí, a cambio... ─ fue incapaz de seguir hablando, pues Soul volvía a besarle vorazmente. Sobreentendió las insinuaciones, dejando escapar el aliento entre sus bocas, mientras se dejaba llevar por el placer, o por la locura. Conceptos ambiguos. No se quedó atrás, sin embargo, aunque resultaba difícil concentrarse cuando apenas podía pensar más allá de las caderas balanceantes de Soul, sus manos calientes satisfaciendo su miembro, las respiraciones entrecortadas entre besos hambrientos. Sólo fueron cesados cuando se atrevió a retarlo (realmente una peligrosa idea, una excitante y peligrosa idea) de esa forma tan propia, provocativo e imprudente. No hubieron más sonrisas por parte de Yves, sólo una ceja arqueada, un gesto entre la incredulidad y la determinación que tanto lo caracterizaban. Sabía que le estaba provocando, descaradamente además, pero llegados a esas alturas ya era tan fácil ceder ante cualquier mínima insinuación. Esa bruta sinceridad, casi adolescente, basta y sensual, le encendía de tan mala manera que no se creía capaz de conetener sus instintos mucho más, de seguir a ese ritmo. Así fue cómo abandonó momentáneamente todo contacto con la piel contraria, sentándose en el borde de la bañera, la cual seguía siendo demasiado angosta para contener semejantes actos. ─ ¿No tienes nada mejor en lo que emplear esa preciosa boca? ─ como ambos habían advertido ya, era un punto sin retorno, había empezado a serlo desde mucho antes, quizá desde hacía horas, semanas. Quizá era lo que secretamente habían estado deseando mientras combatían, o cuando se echaron la vista encima por primera vez.
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Mensaje por Soul Eater Sáb Nov 08, 2014 11:50 pm

Mi cuerpo se calentaba, era increíble que pudiera mantener un juicio estable en el estado en que nos encontrábamos, sin mencionar que nuestras caricias y besos nos mantenían ocupados. Solo con eso ya estaba excitado, recordar cuando había sentido algo tan intenso  era difícil, le debía dar un premio al ángel… ¿Ángel? Si es que en verdad existían ángeles tan corrompidos como Yves…o lo que realmente fuera esa criatura realmente, pero se merecía ser condecorado por toda la experiencia y habilidad que compartía. –Aaahh…. Mmm… -Atrapado en los labios, zambullendo los sonidos en los besos que sabían quitarme el aliento, apenas separarme de ellos implicaba terminar en jadeos para recobrar el aire. Sí, ahora era yo quien deseaba gritar de placer, jadear y gemir, volver todo un eco que solo para los oídos expertos pudieran escuchar la necesidad de la lujuria. –Ack… Pero no creo que lo quieras decir de esa manera, después de todo a estas alturas si en verdad me quedo callado te desesperaras, pero eso tampoco es una mala idea –Rete de nueva cuenta, ¿Cuántas insinuaciones más? ¿Qué tanta leña ya habías apañado para acrecentar el fuego?

Antes de seguir usando mi voz, deje que se apoderara de mi boca, pero poco me duro ya que los jadeos se escaparon en cortos tiempos cuando la asistencia de su mano llegó a mi miembro. Sostenerme a su cuerpo era más difícil y que mi mano también cumpliera con la tarea aun más. –Aaahh… -Mis caderas se empezaban a mover a ritmo de su mano. Disfrutaba de su caricia, cada vez más increíble y asfixiante. En periodos cortos y sin que se percatara, o eso deseaba, mordía mi labio para no ser vencido por el éxtasis, sin mencionar que era un calmante para que mi mano que masajeaba el miembro ajeno con presura en el ritmo; no, me encantaba ir lento, disfrutar cada pasaje, pues esto no era cualquier remolcada, cada cosa debía ser tratada de la mejor forma.

La risa fue contagiosa. Le acaricie la mejilla con gracia. –Mmm… Me gusta ese buen humor –Afile mi sonrisa; reflejo de satisfacción. Pronto volví a invadir su cuerpo con mis manos, a saborearlo, contagiar el calor. En las reflexiones que mi mente me permitía, estaba dudando si podríamos sentir más placer entre los dos de alguna nueva forma, pero tampoco es como si estuviera satisfecho con solo esto. ¿Yo?... Cierto, yo no puedo estar satisfecho con solo esto, era ir en contra de mi naturaleza. -¡Ah! –Mi cabeza fue hacia atrás cuando sus dedos se divertían con mi sexo. –A estas  alturas considéralo un alago –Respondí inquietamente mientras seguíamos jugueteando entre nosotros.

Acariciando la zona más deseosa de Yves, seguí con el tronco, en una presión que se elevaba y bajaba, como si quisiera que algo saliera, aunque no estaba lejos de esperar eso por parte de él. Pero sí, me desesperaba solo este rose de mis manos, y aunque mi boca estaba entretenida con la de él, la idea de tener que usarla para satisfacerlo y con ganas de hacerlo jadear provocaba que tuviera un cosquilleo. Y así fueron como mis deseos se escucharon.  Fue tanto el deseo que ni me di cuenta cuando comencé a estar devorando su boca con más precisión, instigando sus labios, al punto que lo callé. Podría ser que ese lado dominante estaba siendo más presente en este momento. Fui reprendido al instante al separarnos, para que se alejara y fue su gesto inusual que me alerto de cualquier cosa que pudiera pasar a continuación. – ¡Oh!, no me percate que tu también estas ansioso por saber que puedo hacer con la boca –Te llevaste el cabello atrás con una mano, de manera despreocupada mientras ese lado tuyo altanero se presentaba como nunca antes.  

Acercándote a la orilla misma de donde él se había ido a sentar, no agraviaste en relamer tus labios. Estando a poca distancia le miraste y por un momento ibas a empezar la tarea pero querías molestarlo, o intentarlo, a veces parecía que le divertía ser torturado.
-Tratare de que tú también utilices la tuya –Ronronee las palabras. Mis manos rodearon con facilidad la cintura blanca del ángel. Entre más cerca, mi aliento rosaba traviesamente la extensión del miembro, pero queriendo cada vez más, yo también me torturaba; una lamida en la punta para poder saborearlo. Tragaba la ansiedad, y los impulsos que me llamaban. Me incline más, para que mi lengua lamiera desde la base y pasar por toda su extensión, algo típico, pero funcionaba. Mis manos continuaron acariciando la cintura, ellas no podían quedarse quietas y menos si se paseaban por una piel tan exquisita. La yema de los dedos examinaba esos detalles más perfectos, tocando cada vello delgado y casi invisible en contraste con la piel, por instantes creía que se erizaban. Inhale, y mis labios se acercaron a saborearlo con más ímpetu, abrir mi boca introduciendo una parte, mi lengua rodeándola y presionando, cuidando de mis colmillos. No le mentía cuando dije que en verdad deseaba probarlo.

La lengua se arrastraba, rodeándola, succionando en momentos. La sacaste, observando lo húmeda que había estado por tu saliva, la punta de tu lengua jugueteaba con el orificio del miembro, y esa lengua tuya tan inusual, larga y con punta fina, no era por presumir pero habías recibido muchos halagos por tu uso con ella. Besaste la punta, siguiendo ese  juego. La diestra bajo lentamente, paseándose por la piel, tenías ganas de arañar pero te controlabas, acercándote a los muslos, la lengua seguía lamiendo la extensión, y si deseabas provocar algo como una mordedura cuidabas de presionar con tus labios. Si eras famoso con la lengua también la tenías por tus hermosos colmillos, pero no era algo que a muchos le gustara. Tus ojos fueron a ver los azules de tu amante, con un descaro mientras lamias la punta y luego la zambullías en tu boca, brillantes a esta hora de la madrugada. Presionabas la base con descaro, pero es seguro que no querías terminar las cosas así. –Mmm… No te vayas a correr aun debemos jugar más - Travieso mordiste la punta con mucho cuidado, para continuar con la atención del miembro.
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Mensaje por Yves A. Blanchard Dom Nov 30, 2014 4:37 pm

Recordó esos mismos ojos encontrándose con los suyos una noche como aquella, algunas semanas atrás, acompañados por el brillo de una sonrisa nerviosa y tímida. Y se le ocurrió pensar, en su más absoluta ignorancia, que era una criatura hermosa, frágil e inocua. No pasó mucho más tiempo antes de que la verdad le golpease, literalmente. Pese al desengaño inicial, ahora le aliviaba; que esa reserva no fuera más que fachada, pues la realidad había superado con creces todas sus expectativas. No dudó en acomodarse entre sus rodillas, aunque ya no fuera algo que pudiese sorprender al mayor. Hacía tiempo que no permitía a nadie tomarse esas libertades, o que el deseo fuera tan fuerte que valiera la pena esperar por él. Delineó con los dedos el contorno de la mandíbula, en una muda caricia de incitación. De hecho, tampoco recordaba la última vez que se había divertido así, realmente deseándolo más que necesitándolo.

El pianista no se equivocaba para nada en su suposición, a judgar por la mirada expectante con la que Yves le atravesaba. Ya había comprobado el efecto de sus manos cerniéndose sobre su piel, cabía esperar grandes cosas de su boca también. Esa boca aparentemente pequeña, de labios finos y suaves que guardaban una lengua larga y afilada, tanto literal como metafóricamente, y escondían unos colmillos de los que muchos prudentes hubieran querido guardarse, aunque a Yves le parecieran perfectos incluso en esas circunstancias.

El demonio era descarado, imprevisible y no rendía cuentas a nadie mas que a sí mismo. Tal vez fuera lo que le gustaba de él. Por ello le dejaba actuar a voluntad, aunque conociese los riesgos que  conllevara. Quien juega con fuego se quema, y Soul era como sostener brasas encendidas entre las manos. Las suyas, calientes y húmedas, se ceñían a los costados del mayor. No es que temblara con la emoción y el temor de un novicio, pero en conjunto todo aquello le tenía bastante nervioso, casi impaciente, algo ajeno e inusual en su carácter. Se sorprendió cercando una mano al borde de la bañera, a la expectativa.

Un roce crítico, preludio de una nueva escena, sus dedos tamborileando contra la cerámica, un gesto  imperceptible si bien elocuente. Notaba la tensión en el aire, en los músculos de su espalda, en aliento ajeno acrecentando el calor, si es que eso era posible, de su piel bañada. Empezó despacio, continuando con la línea que pretendía desquiciarlo de impaciencia, si no antes de placer.  El roce se convirtió en un contacto prolongado, tortuosamente largo, inhalar vapor fue una punzada en el pecho. Reinaba un silencio tal que cada mínimo sonido parecía causar un eco atroz contra las baldosas. Entonces comenzó la presión, un calor sofocante alrededor de su elemento más carnal, que a punto estuvo de arrancarle un jadeo de puro alivio. Inspiró para disiparlo, pero apenas lo hizo el albino volvió a su labor, sin descanso. Vaya, hizo que se le erizara el vello de la nuca por primera vez en meses.

Para evitar ofuscarse y perderse aún más en la embriaguez, concentró su atención en las manos que viajaban por su abdomen, produciéndole un conocido y añorado cosquilleo en la espalda. Tenía la cabeza embotada, como un leve recuerdo de ebriedad. ¿A ese punto había llegado? ¿Tan fuerte era lo que despertaba en él? Tuvo que centrarse para no dejar caer los párpados, sumergirse en un océano que como bien sabía, acabaría por ahogarlo. En eso se estaba convirtiendo Soul para él, en una fiebre, una epidemia que acabaría por ocuparlo, llenar cada gota de su sangre. No poder tocarlo, el simple hecho de mantener sus manos alejadas de su cuerpo, a pesar del evidente contacto, ya era en sí una tortura, una especie de abstinencia forzada en medio de la lujuria de aquel acto.

Posó los dedos de la mano libre sobre su cabeza, enterrándolos hasta alcanzar la piel. Nunca le había llamado la atención, pero se dió cuenta de que, a diferencia de él, Soul tenía el cabello asombrosamente suave, incluso a pesar de la humedad. Era fino, lacio, frágil, como una aureola, prácticamente intangible entre sus dedos. – Ghn... – tuvo que reprimir un jadeo, el primero en la noche. Esa lengua, que delataba años de experiencia, no le daba tregua alguna. Temblaba a su alrededor, se deslizaba con completo descaro y sin embargo presionaba con absoluta dedicación. Lento, infinitamente lento, como si el día nunca fuera a llegar. No tenían prisa de todos modos, con todo lo precipitado del acto. Sus instintos le empujaban y retenían al mismo tiempo, buscando alargar el placer durante el máximo tiempo posible. El contacto visual fue aún más sugestivo, observar cómo llevaba a cabo sus acciones, sin vergüenza ninguna. Las pupilas dilatadas oscurecían su mirada, haciendo parecer sus ojos como pozos sin fondo, hambrientos. Procuró no cerrar los suyos y mantener la cabeza en su sitio, contradiciendo al impulso, cuando esbozaba una sonrisa con más sinceridad que ninguna de las anteriores.

Dejó caer la mano en la parte posterior de su cabeza, acariciando la nuca, siguiendo con los dedos el contorno de las primeras vértebras. Aquella advertencia sólo ensanchó su sonrisa, que quedó distorsionada en una mueca a medio camino entre la sorpresa y la complacencia. Apenas había sido un arañazo, nada ni tan siquiera doloroso, que si de algo pecaba era de atrevimiento. Cabía esperarlo del albino, aunque nunca pensó que dejaría a esos cortantes colmillos acercársele tanto. – La verdad, me lo pones difícil si lo haces tan bien. – reveló, mientras enredaba las hebras de cabello entre sus dedos, tirando de ellas levemente. No es que pretendiera dañarlo (de momento), sólo hacerle saber.  – Recuerda respirar por la nariz, no te vayas a ahogar... todavía no hemos terminado. – Hacía tiempo, mucho más del corriente, que había dejado de ser un adolescente. Muchos años, muchas experiencias atrás, en realidad. Y esta, apenas comenzando, ya amenazaba con ponerse a la altura de las más estimulantes. – La noche es larga. – suspiró para sí, esperando que así fuera.
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Mensaje por Soul Eater Vie Ene 02, 2015 2:48 am

Su comportamiento, como estaba tensándose ante tus atenciones, te estaban volviendo loco y excitando aun más, deseabas que se detuviera de lo contrario tu ritmo se iba a acelerar y perderías lo que estabas haciendo, él ganaría. El aroma alrededor de todo el baño era exquisito, para nada dulce, era más fuerte, tal vez roble o ginseng, al diablo que lo empezaras oler, era agradable y empezabas a respirar cada que podías, entre tus bocanadas que le dabas al miembro de tu compañero.

Succionabas con lentitud y forzabas a alejar tu boca con un poco de brusquedad, para volver a intentarlo, la lengua se encargaba de juguetear y a causa de ello ya estaba muy húmedo el miembro, pero seguías saboreando, no te cansabas, querías más de esa criatura. Existieron unos segundos donde te mordiste los labios, porque de tus labios estabas a punto de salir las palabras: “Lo necesito, por favor”. No, no estabas para suplicarle, al menos ahora no iba a ser divertido suplicar. Mientras tu lengua entretenía al mayor, tu cuerpo tembló, la mano del ángel te acariciaba, con tu cuerpo extasiándose aquella caricia no pasaba desapercibida y era un exquisito estimulo. Te las arreglaste para pegar la cabeza a esa mano, recibir un poco más de esas caricias, y que tu lengua siguiera al alcance, la saliva ya estaba derramándose por tus labios, ya empezaban a escucharse con más frecuencia los sonidos tan lascivos. Tus llamados a las caricias estaban funcionando, él comenzó a tocarte más, a mimarte y en recompensa por un momento iniciaste un ritmo más rápido, apresurado, presionando el miembro y succionando. No duró, al final sacaste toda tu boca dejando la punta de tu lengua jugueteando con la punta de su miembro, y con maestría comenzaba a rodar, bendita lengua larga.


Las palabras de Yves eran tan divertidas pero muy extrañamente, me gustaba escucharlo, que hablara más de ello. –Claro, y mamar con la boca, lo tendré en cuenta –Le guiñe el ojo antes de comenzar a besar con jugueteo la punta de su miembro, como los besos que hace unos momentos nos dábamos, con hambre, aquella que parecía que no nos saciaría nunca. Como pude entre la tina, me acerque más, apresando de igual manera su cintura. Esa mano que aun estaba acariciándome, le iba a agradecer, ladee mi rostro y cerca de la muñeca comencé a morder, suavemente en su piel. Para no desatender el miembro, mi diestra le sujeto, creando presiones en la punta y bajando hasta la base. Lamía hasta donde podía, tratando de no alejarme de su entrepierna, casi tan cerca de la distancia de su codo, para regresar hasta su muñeca con mordidas o besos, masticaba, me estaba volviendo un poco amable, creo que era por culpa del aroma de antes, no sabía si me estaba domando. Volví con el miembro, me relamí los colmillos, en señal de que iba a comenzar a utilizarlos, esperaba no hacer algo mal, bueno, igual y si deseaba herirlo. Con mucho cuidado, mis dientes/colmillos atraparon un poco de esa carne caliente, masticando con delicia. –Gnmm…. –Jadee ante la sensación de utilizar mi dentadura, me sentía un animal salvaje que estaba devorando la carne recién casada y ese éxtasis embargaba todo mi cuerpo, una electricidad. Volví a morder por donde había una vena sobresaliendo, tire un poco de ella. Así continúe mientras mi mano acariciaba los testículos, masajeando y presionándolos en ciertos momentos. Esto era muy parecido a estar en la locura, y en verdad reconocía que cuando estoy en ese estado de violencia es excitante, pero ahora era algo muy parecido a ella, posiblemente era el salvajismo, el instinto al sexo, placer y pecado, supongo que normal en un demonio que le encanta bañarse en corrupción, disfrutar de las peores sensaciones y nunca existiría ese arrepentimiento, no  en nosotros, solo orgullo. Oh, sí, eso me estaba poseyendo.

-Vamos nene, sabes que ya quieres correrte –Mi boca se alejo a unos centímetros para poder hablar, mi vocabulario era claro que se estaba haciendo vulgar pero creo que eso le gustaba a él, sin malditas palabras lindas. Entre mi última palabra, mi mano apretó sin cuidado la base de su miembro, y antes de esperar su respuesta ya había engullido su miembro, succionando con fuerza hasta donde mi boca pudiera, volvía a sacar y metía tanto como pudiera, los movimientos se hacían cada vez más rápido. Él mismo lo había dicho, teníamos toda la noche, y no me importaba salir tan manchado como sucediera, no es que esta fuera la primera vez. –Aah… boca… o cara… -La dificultad de hablar, no importaba seguía succionando, ya quería probarlo, que entrara en ese pre-climax, antes de que ambos nos enfrentáramos a su continuación. Mis ojos le miraron, no lo estaban retando, todo lo contrario, suplicaban por entregarme lo que yo deseaba al igual que él, y no iba a detenerme hasta verme saciado.


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Mensaje por Yves A. Blanchard Mar Ene 20, 2015 6:01 pm

Los sonidos húmedos enmudecían a las ondulaciones del agua, la respiración contenida y los gruñidos que clamaban con insolencia la lujuria. Ya no había cabida para la prudencia, quien aquella noche parecía haber perdido todo su brillo. Acompañó al vaivén del cráneo, cuyo movimiento pareció acelerarse alentado por el roce de su mano: no es que él fuera menos ávido, sólo quería prolongar el juego todo cuanto fuera posible, hasta que comenzara a convertirse en una maldición... Después de todo, era demasiado bueno para ponerle fin tan pronto.

Volvió a sentir la humedad de la lengua en el glande, los frágiles hilos que unían la piel con la comisura de sus labios. Soul podía ser tan incorrecto cuando se lo proponía, pero formaba parte de su encanto y, sorprendentemente, nunca pensó que una forma de seducción tan poco sutil funcionaría tanto y tan rápido en él. Buscando acrecentar el contacto, el pianista rodeó su cintura con los brazos. Los dedos del ángel estaban enredados en el suave cabello, masajeando el cuero o a veces presionándolo con fuerza, según le llegaban apenas pequeñas oleadas placenteras, como una corriente cálida descendiéndole por la espina dorsal. Empezaba a dejar de pensar y actuar plenamente consciente, guiándose por el instinto y el anhelo, según se densificaba la bruma de los sentidos. El más leve gesto bastaba para desear más, la sensualidad que anegaba los actos más inocentes del demonio: los dientes curvados sobre las venas de su muñeca, sin que la fricción cesase en el foco del calor. Siguió por la cara interna del brazo, y el íncubo juró que se le erizaba el vello de la parte contraria mientras lo hacía. La palma de su mano, posada sobre el pómulo, le recompensó con una caricia. Incluso las pestañas del albino eran largas y finas, advirtió al pasar la yema del pulgar por ellas. No recordaba haber abandonado los besos hambrientos y demantantes, apresurados, simplemente parecía que sus movimientos se habían vuelto densos y lentos, como el vapor que respiraban. Sus párpados caían pesados por ello. Fue el atrevimiento del albino quien lo rompió: bastó un simple roce, que acabó convirtiéndose en presión rodeando su hombría, de donde partieron breves descargas eléctricas ramificándose hacia cada centímetro de su carne. – Duh... joder. – no fue el único efecto de la acción, también sus piernas se tensaron, los talones elevándose del suelo. Alguien orgulloso como Yves no podía negar sentirse en cierto modo vulnerable, a merced del calor entre sus muslos, siendo controlado completamente por sus instintos más básicos, pero joder, era condenadamente bueno como para que se le ocurriese por un instante detenerlo.

"De haber sabido que dirías eso te hubiera puesto una mordaza". Aunque no es como si le molestara en absoluto, no había necesidad de enmascarar las intenciones con hermosas mentiras. Sobretodo cuando no le faltaba razón. Eso hubiese querido decir, e incluso separó los labios para hacerlo, pero el demonio todavía no había acabado de hablar cuando volvió a sentir calor cerniéndose a su alrededor, seguido por la humedad de su boca. Y la continuación de un vaivén que lo arrojaba al borde de la locura.

Querría saber dónde habría aprendido todo aquello, aunque no es como si le ayudase en ese preciso momento. Podría dejar la imaginación para más tarde, cuando no tuviera dificultad para pensar con claridad. Era obvio que no se trataba de ningún novato, se veía que tenía cierta experiencia... y una perfecta práctica. – Uhm... – sabía que estaba perdiendo la cabeza, cuando ni siquiera podía controlar lo que salía de su garganta. No podia creer que le pusiera tanta dedicación, sin duda trataría de corresponderle con creces después. Cada vez más profundo, más rápido, más cerca de abandonarse al impulso. Su mano se movió por instinto, empujando el cráneo del albino contra su propia erección (sin miedo a dañarle, después de todo había demostrado con creces que tenía una garganta profunda). La otra se sostenía del borde de la bañera, presionando la cerámica con tanta fuerza como la cabeza contraria. Esa proposición no hizo más que recordarle lo cerca que estaba, maldita sea, era bueno, y él se estaba impacientando. – Incluso ahora... – realmente tuvo que hacer una pausa, un nuevo jadeo amenzaba con traicionarle. – ...tienes que salirte con la tuya. – le retiró de la frente algunos mechones dispersos, que húmedos se enredaron entre los huecos de sus dedos. Apreciando los pequeños detalles de su rostro, se daba cuenta de que era hermoso: desde el día en que puso sus ojos en él, y a pesar de todo cuanto había sucedido en aquellas semanas lo sabía, nada había cambiado respecto a ese juicio. Permanecía intocable y guardado para sí. Después de todo, parecía que no podía ser insensible ante ello. Un pensamiento fuera de lugar, pero no por ello menos cierto: sin saberlo, Soul no dejeba de sorprenderle, ni de hacer que se sorprendiese a sí mismo.

– No hables... ah, con con boca llena. – mustió, sin dejar de mostrar un deje de ironía en ese susurro. Los labios húmedos se partieron una vez más: prácticamente el roce había desaparecido, se deslizaba sobre la extensión con facilidad, tan bañado en humedad como en saliva y líquido pre-seminal. Podía sentir sus músculos tensándose en consecuencia, su pelvis siguiendo el ritmo que marcaba aquella lengua, sus pensamientos perdiéndose en el calor y el eco de los jadeos. Ojalá se detuviera ahora, antes de que se dejara llevar aún más, pero una sola mirada le bastó para saber que no lo haría. Al menos no por las buenas, e Yves no estaba en el ánimo de obligarle a parar. Esos ojos ya estaban perdidos en el delirio, tal como los suyos, como si formaran parte de lo mismo. No iba a detenerse, ni iba a ser el ángel quien lo forzara a hacerlo, porque podía ver esa determinación enmascarada de anhelo en él, en sus pupilas. Lo maldijo en voz baja cuando su espalda se curvó hacia la figura contraria, y supo que ya estaba en su límite.

Un estremecimiento, similar al efecto de una ola, descendió desde sus hombros hasta la parte baja de su espalda, extendiéndose hasta aquella zona que ocupaba la boca contraria. – Joder... ah, Soul. – fue breve, apenas un par de sacudidas y el lacio cabello del demonio enredado fuertemente entre sus dedos, fue todo lo que ocupó su mente durante unos segundos. Después, una incontenible sensación de alivio y calor. Sintió más que nunca la humedad de la cara interna de sus mejillas, la tibieza de su propia sustancia escurriéndose a ambos lados de su boca. A intervalos, el cuerpo del íncubo fue perdiendo la tensión, sumido en un estado de calma que distaba mucho de su siguiente propósito.

Con una mano bajo su mentón, le incitó a levantarlo e incorporarse, mientrás acudía al encuentro de su enrojecida, deliciosa boca. – Ven aquí... – respiró contra su labio superior, atrapando con los suyos propios el rastro amargo y dulce al mismo tiempo. Decidió ser gentil, por el momento, no quería maltratar ese precioso instrumento más de lo que ya lo estaba. Aunque sabía que poco podía durar. Era su hora de recompensarle por haberle hecho sentir, durante unos momentos de euforia pura, que rozaba el límite con la locura. – ... ¿Dejarás que te compense ahora? – Levantó la mano del demonio para llevarla hacia su propia boca, esas manos que podían hacer maravillas tanto en el piano como en su piel, suaves y cálidas contra sus labios abiertos, dejando paso a la lengua en ocasiones. Aún se encontraba en un estado de ebriedad metafórica, sumido en una adicción que le llevaba hacia una sed sin fin.

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Mensaje por Soul Eater Dom Mar 22, 2015 2:49 am

Estabas consiente de cómo había reaccionado, así que los movimientos fueron buenos y los dientes apretaban con rencor, si lo estabas hiriendo, el ángel estaba a favor porque en ningún momento hubo una réplica. Por un momento veías como si hubiera alas detrás de él, que revoloteaban con descontrol y el aire provocado revolvía más tus cabellos. La lengua resbalando entre la piel, los dientes que parecía que estaban arrancando gritos o exclamaciones. Cuanto adorabas a ese ángel. Posiblemente podrías conseguir los mismos sonidos si lo amarrabas y le dabas con un látigo, pero tú no eras de esos juguetes, una vez lo intentaste pero te fijaste que era aburrido si no lo provocaban tus propias manos. Eran los momentos en las que “la locura” te dominaba, pero no ahora, lo sabías, era algo más lo que estaba estremeciendo tu cuerpo, sabías que eran contadas estas ocasiones y era una felicidad recordar de quien era la culpa.

Levantaste la mirada, claro, podía parecerse a él, pero no era él.


“Bendito sea el ego”, si ya empezaba a conocer al ángel, lo que le dijo seguramente eran las pocas cosas que admitiría, porque en otro momento sus palabras se hubieran escuchado a regañadientes pero ahora apenas podía soltar la oración sin poner pausas. Mucho mejor indicio que lo estaba afectando a tales niveles, estos momentos lo hacían parecer más… ¿humano? ¡No!, más vulnerables, en ningún momento compararía a Yves con un humano.

Tan bromista en este tipo de ocasiones, debía aplaudirle con diversión mientras le acariciaba con tenacidad su miembro. Pero era mejor así, como si él pudiera hablar con todos esos jadeos que escapaban de su boca… ¡Maldito ingrato!Grite en mis adentros al verle sufrir del placer, su cuerpo no podía evitarlo, y yo iba a continuar hasta que lo hiciera, y en secreto estaba nervioso de ver como estaba tan excitado, como si por un momento haya dudado de mi habilidad, claro con un tipo que apenas podía poner cara cachonda en estas condiciones.

Fueron esos segundos en las que apropósito me empujo más profundo, como si pudiera abrir más los labios, y apenas pude recibir todo de él, la espeses de sus fluidos que apenas se escaparon de la mi boca. Trague, no me quedaba de otra. Succione, lo que pude antes de alejarme y tomar fuertes bocanadas de aire. Lo que no pude apreciar era su gesto porque él maldito hecho la cabeza a otro lado, pero ya habría otras ocasiones. Ahora me estaba llamando. -¿eh? – Levante la ceja, pero aun estaba reponiéndome y es que estaba de lo más excitado, no podía estar tan tranquilo como él, no podría. Le permití devorarme por un momento a como le plazca, en lo que mis piernas podían responderme. Sus acciones me eran un poco extrañas, un tanto pasivas pero pronto el temblor pasó y el beso se terminó. Colocándome a media altura. Sus labios estaban apropiándose de mi piel, de mi mano, de mis dedos. De nuevo esa amabilidad solo vista en presencia de otras personas, nunca porque le nazca, me hizo reír por unos instantes. Le aleje la mano un poco, para acariciarle la mejilla, contenía una sonrisa apacible, continue hasta su oído, poco más por el cuello, donde los cabellos estaban protegiéndole un poco. Tire de él para que estuviera más cerca de mi rostro. Mis ojos solo se clavaron en él. Acercando mis labios a su oído, apegándose lo suficiente para no ser molesto pero no tanto para ser amable a la voz. –Así que al fin aprendiste a pedir permiso como buen siervo. –Me aleje para poder estar parado en la tina, por encima de él.

–Te daré el honor -¿Acaso debía ser amable y generoso? Claro que no, ese no era mi estilo. Observando con mucho cuidado de tu víctima, se fue a sentar en sus piernas. Tu eje de deseo aun era tan resplandeciente, abrillantaste tus labios con tu propia lengua. Y es que podías esperar demasiado de tu compañero como para prepararte, era mejor molestarlo, ya dejarían de andar con niñerías.

Además no podías con esa sensación de molestia que estaba en tu entrepierna, era su culpa, quien lo mandaba a excitarte tanto y tu ya le habías echado una mano ser recompenzado era algo más que obvio.
Vamos Yves…
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Mensaje por Yves A. Blanchard Sáb Abr 18, 2015 1:58 pm

Con Soul no había cabida para remordimientos, y eso le daba una extraña calma. Le hizo preguntarse si estaba siendo 'amable' por acto reflejo, consideración, o simplemente porque acababa de corrérsele en la garganta. Se iba a acabar, ser gentil no estaba en su naturaleza. Lo había intentado varias veces antes, pero siempre le pudo más la pasión y el exceso. El albino dejó la mano sobre su mejilla y sonrió, e Yves supo con la certeza de la experiencia que no se avecinaban palabras amables, si bien viniendo del demonio tampoco las esperaba. Escuchaba el aliento del pianista temblando cerca de su tímpano, y aunque su rostro había quedado fuera de su campo visual, hubiera apostado a que sonreía.

– Supongo que este método es más efectivo que una bofetada. – dijo, como si aún arrastrara las palabras. No solía dar importancia a las cosas que no la tenían. Después de todo lo sucedido no le guardaba rencor, no por un estúpido 'castigo' que tuvo lugar meses atrás, a mil kilómetros de distancia. Parecía haber pasado mucho más tiempo. Pero obvio no se esperaba ninguna docilidad por parte de Soul: al menos hacía que aquello fuese divertido. Cuando pudo ponerse de pie sin que le temblaran las piernas, Yves lo acercó hacia así. Pronto volvió a sentir su peso sobre los muslos y su calor bajo las manos, que por instinto y costumbre se adaptaron a las curvas de la cintura. – Muchas gracias, su alteza, qué considerado por su parte.– retomó el absurdo sobrenombre que le puso al conocerle, aludiendo a sus aires de realeza y caprichos de príncipe. No había cambiado nada en absoluto, pocas cosas lo habían hecho desde entonces. Imitando las acciones del otro, se acercó un poco a su oído, como en una especie de parodia, pero llena de ironía con mal gusto. – Prometo ser tan buen siervo como pueda. – murmuró. Algunas, de hecho, era mejor que no cambiasen.

Tomó el gesto de Soul como una sugerencia, no importaba tanto si lo fuera o no. Empezaba a predecir los vaivenes de la lengua, el intervalo entre suspiros y el recorrido de las manos, como notas de una sinfonía. No se cansaba de besarlo, ni le era tedioso amarrarse a sus caderas, delineando cada hueso, hoyuelo y curva hasta la extenuación. Al contrario, cada vez encontraba más complejo y delicioso el tacto de su piel. Descubría marcas que había pasado por alto en el trazado de su anatomía, e incluso empezaba a ubicar algunas de ellas. Sin embargo, no había modo de que se contentara sólo con eso. Fue descendiendo a los muslos, a la parte posterior, y tras tenerlo bien sujeto, se levantó despacio del borde de la bañera. Sus gemelos protestaron por el movimiento. Estar de pie le hizo recordar que, si bien su cuerpo no estaba herido de gravedad tarde o temprano necesitaría descanso, cosa que ni se le pasaba por la cabeza en esos momentos. – Ya estamos lo bastante limpios, ¿no te parece? – sonrió entre un beso y otro.

Mantuvo el equilibrio en las húmedas baldosas del baño, que prácticamente habían inundado, gracias a sus largas zancadas. Al salir del aseo notó como si se hubiera colado una corriente de aire desde alguna parte, aunque la ventana estuviera cerrada. La piel se le erizó por el contraste desde la habitación, todavía fría y sin nada que ver con los cuerpos envueltos en vapor. Ni siquiera se había molestado en echarle un vistazo, había estado ya en tantas que todas acababan por parecerle iguales. El colchón gimió lastimeramente y se dobló bajo el peso de ambos, las mantas y almohadas crujieron y cedieron amoldándose a los intrusos. Después de habérselas ingeniado para encajar en una bañera corriente, la amplitud de la cama era de agradecer. Durante unos segundos no hubieron besos ni caricias de ninguna clase, sólo fijó su mirada en él y, apenas tenuemente, esbozó una de esas sonrisas. Una de esas sonrisas que podría encandilar a cualquier ingenuo, dejarlo absorto en esa curva encantadora, pero para alguien conocido se convertía en mal augurio. En que algo se le pasaba por la cabeza, algo ambicioso, malévolo o como mínimo poco ético, en todo caso, señal de un propósito. Apenas le dio tiempo para acomodarse, porque en cuanto tuvo oportunidad le giró en la cama, quien protestó nuevamente. De espaldas a él, le rodeó la nuca con una mano y presionó contra la tela, no tanto para ahogarlo sino para que lo notara. Había probado en otras ocasiones, y aunque resultaba tentador, no era eso en lo que estaba pensando. – Sería bueno que te quedaras quieto por un rato... y sin protestar también, pero ya es pedir demasiado. – a decir verdad no confiaba en que fuera a hacerle ningún caso, mucho menos la última parte, sólo se emplearía si fuese necesario en que no le quedase otro remedio.

Entonces vislumbró la blancura de una espalda que sólo había tocado a tientas, y por tanto carecía de las marcas que abundaban en el resto de su cuerpo. No era gruesa, porque el albino tenía hombros y cintura algo estrechos, pero había espacio suficiente para cada músculo y hueso, desde los hombros hasta los lumbares. – Vaya belleza tienes aquí detrás... – silbó, sin ninguna necesidad de adularlo, sólo un repentino arranque de sinceridad. Como le podía la tentación frente a seguir admirando aquel precioso rasgo, no pasó mucho tiempo antes de que se acercara para probar la piel aún humeante. Empezó desde la primera vértebra, soltando el aliento lentamente. Fueron tímidos besos, tímidos en comparación a las mordidas y chupones que le seguirían, describiendo la línea descendente. La mano libre le instó a que doblara las rodillas, murmuró, con la cercanía alzar la voz parecía algo desagradable, innecesario. Siguió con la segunda, la tercera, mordió sobre un omóplato, dejó marcas amoratadas en la dorsal... buscando recorrerle entero, sin desperdiciar un solo pedazo. Había pasado mucho desde la última vez que le tomó tanto tiempo, se vio tan implicado en ello, sin que su mente divagara en otros asuntos que no fueran sus sentidos. Como si estuviera, no, estaba, pensó, atrapado por estos, en devorar el relieve de huesos y músculos bajo la piel tirante, memorizar con labios y manos su calidez, sin verse interrumpido por ningún pensamiento ajeno. Atribuía la causa al demonio y su encanto inherente, o más bien lo culpaba por encantarlo sin esfuerzo.

Conforme iba arriando en el recorrido, tiraba de las caderas del albino para que las subiera, sin empujarlo demasiado contra la cama. Llegó al final de los surcos que encerraban la columna, bajando sobre los lumbares hasta el punto en que estos se curvaban y desaparecían. Rezumaba entre las carnes jóvenes y aún por descubrir, blancas como el mármol, pero cada vez más cálidas. No pudo evitar hincar los colmillos en una de las nalgas, sólo por comprobar si era tan tierna como parecía, y por qué no, por diversión. Levantó un poco, siguiendo con la línea que más abajo daba paso a los muslos, pero allí terminaba en un solo punto. Empezó posando sus labios, quieto, para empezar a moverlos de forma lenta, tortuosa. Era consciente del estado del demonio, no había forma de obviarlo. También sabía lo desesperante que podía llegar a ser, debía o debería estar ansioso. Pero ya que llevaba esperando su tiempo, no importaba si lo hacía un poco más, ¿cierto? No es como si terminara ahí, todo lo contrario, aún quedaba larga noche por delante. Tanto daba si el albino se impacientaba, de hecho, encontraría interesante como poco verlo así. No era mala idea, no del todo.

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Mensaje por Soul Eater Lun Jun 01, 2015 7:42 pm

Solo rodaste los ojos cuando menciono lo de la bofetada, pero no lo culpabas, utilizar tu boca era un gran método, unos castigos más y podría aprender a hacer trucos, tentador. Después de dejarte ir a su cuerpo, por lo que prometía la noche y claro que la madrugada, aun tenías más Yves para al rato, de lo contrario sería una buena burla para el ángel. Te encantó cuando no dejaba de alagarte, si hubiera más gente estabas seguro que hasta te pavonearías. Ladeaste suavemente el oído, escuchando a un sirviente muy presuntuoso. –No lo prometas, hazlo. –Las siguientes que se comunicaron fueron sus lenguas, la tuya jugando al tira y jala, aunque aun no habías tocado el climax no te molestaba esperar mientras los besos de tu amante te entretenían. A veces te alejabas para ver donde esas manos te recorrían, era demasiado satisfactoria. Respirar era un poco complicado, pero te las ingeniabas. Nunca se perdía el tiempo en los besos, no con él. Podrías seguirle donde tenían que ir esas manos en algún punto, pero…

-¡Uh! –Te sujetaste por los hombros de tu compañero, te tomó desprevenido el movimiento. Una risa se te escapó, una más serena mientras tratabas de devolverle los besos. –Si lo que quieres decir es que ya es tiempo de ensuciarnos de verdad, en ese caso: sí, estoy de acuerdo. –Cuando te siguió cargando, recordaste que eras más bajo como más esbelto que él, seguro era igual que cargar a alguna chica pero más entretenido de lo que se podía pensar. Tus ojos pasaron a su cuerpo, al menos lo que podías ver en esa posición -con un gesto calmado- Yves era más varonil en figura que tú y solo se podía ver cuando ambos estaban totalmente desnudos, así que era la primera vez que lo veía. Soltaste un suspiro y en el muy corto paseo del baño a la recamara, te recostaste en su hombro, como si se tratara de ir a arroparte para dormir, todo parecía ser una escena de aquellas, de no ser porque sabías que él estaba preparándote para algo más activo que solo dormir.

Respiraste profundamente, un olor a fresco, humedad, sangre, tú misma esencia. Fuiste invadido por unos ojos, su sonrisa, el chico pensaba cosas pero ni una salía de sus labios, estabas a punto de dar uno de tus comentarios sarcásticos con poco tacto pero no hubo palabras.
-¡Aahgn! –Sólo un jadeo, y cerraste los ojos por impulso. Reacomodaste las manos al colchón y de nuevo una risa tan natural, sin intenciones maliciosas escapo. -¿Y hacerlo tan aburrido? – Algo así como doblegarme  era un vago recuerdo con esposas, tal vez un látigo y unas patadas, sonaba a tortura por supuesto, bueno, la ultima vez no fue nada agradable, la verdad la tortura nunca estuvo del lado del deseo de lujuria, sólo de la burla.  Pero era la misma intención: doblegar a tu presa. Esa fue la misma sensación que decía entre líneas las acciones de Yves. Tenía que ver hasta donde llevaba sus intenciones, porque que se sintiera superior a mí no me agrava para nada. Y no es que él sea mi sirviente por diferentes causas, solo que no se atreviera a suponer que era un ser superior.

Y entre mis pequeñas sesiones interiores, me devolvió a la realidad con sus labios. Se sentía bien,  podía jurar que era la misma sensación que un masaje pero con una técnica más definida. –Pero te juro que no soy de cristal –Abrí las piernas sin darme cuenta, todo mi cuerpo estaba dispuesto, y yo lo estaba si él podía hacerme acabar, aun seguía sintiendo ese cosquilleo en mi hombría. Cada suspiro, a cada mordida en mi cuerpo, eran más marcas, al parecer no podría aparecerme en ninguna piscina en un largo tiempo o en cualquier situación en donde surgieran preguntas, me daba poco pero Luigi se iba a molestar, de él no quería una escena.

-Aahh.. - No encontraba ningún acto en el cual deba ponerme en contra, todo tan suave y con mucho cuidado, los dientes solo presionaban lo suficiente para causar una provocación cálida. No tenía la motivación para llevarle la contraria.

La calma estaba molestándome, pero de pronto una mordía me hizo saltar. –Claro, prueba todo –Murmure, estaba seguro que lo escuchó. Dios, necesitaba un poco más de diversión y provocación para él. Levante un poco más el trasero, exponiéndome, dejando mi parte superior recostada. - ¿Dónde más ira esa boca tuya? –Mi cabeza se forzaba a verlo mientras mi diestra iba a mi miembro, acariciando un poco la punta, lentamente, nada lo suficiente bueno para venirme sólo un incentivo para el chico. –“Dis moi.. ah…”-Bien, tenía razón, no podía quedarme quieto. Y que intentara detenerme lo hacía divertido, primero si él mismo podía ignorar la tentación. Cualquiera de las dos era muy atractivo, la idea de ser forzado de nuevo y de despertar aun más libido en él, ¡God!, un poco más y yo sería él que no pueda detenerse.
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Mensaje por Yves A. Blanchard Sáb Jul 25, 2015 6:32 am

El calor volvía, pero era diferente del bochorno húmedo, del vapor que envolvía la piel y el agua que resbalaba por ella. Era un calor seco y denso, el que provoca la tensión y la fricción entre cuerpos, entrababa la respiración y la convertía en una lucha por oxígeno. Soul jadeó cuando le dio la vuelta sobre la cama. La piel de este estaba plagada de marcas, algunas rojizas y pequeñas, que sólo duraban unos minutos, otras más grandes y de tono violáceo que perdurarían por días, junto con las cicatrices consecuencia del encuentro. Recordó la escena del aparcamiento, los cristales rotos, los amasijos metálicos que una vez fueron automóviles, el sabor de la sangre que aún perduraba en su boca, junto con el del aliento del albino. Su sangre, recordó, ya que la de Soul, o lo que fuera esa sustancia negra como tinta que se doblegaba a su voluntad, había desaparecido. La herida en el cuello era un recordatorio de ello.

– Siempre tan sarcástico – bufó, pero el deje divertido en su voz no engañaba. – Deberías haber sido cómico en vez de músico. – la frase quedó en el aire, quizá pensaba añadir algo más, pero estaba algo ocupado. Mejor dicho, su boca lo estaba. Trazaba círculos con la lengua, suave como un beso, como si aún quedara algo de inocente en lo que estaban haciendo. Eso si lo hubo en primer lugar. Lo cierto es que no era tan diferente de besar, no mientras fuera suave: presionaba ligeramente, lento, buscando provocarlo sólo para alejarse y tomarse su tiempo en volver. Pronto empezó a profundizar, siguiendo un balanceo que terminó por convertirse en un ritmo acompasado. Sus manos tampoco se quedaron quietas, no cuando tenían tanto por recorrer, ni la ocasión de atrapar el trasero del otro entre los dedos, enterrar yemas y uñas en la carne tibia. Debía reconocer que era una sensación deliciosa, y tal vez por ello inquietante.

– De eso ya me había dado cuenta. – estaba claro que el albino no era ninguna pieza de porcelana, pese a que el blanco de su piel se lo hiciera parecer. Era un poco más bajo que Yves, más delgado, aunque lo disfrazaba bien con sus trajes. Estaba bien proporcionado y sus largas piernas le daban altura. Suspiró satisfecho al ver cómo estas se abrían y levantaban, en respuesta presionó con fuerza sus caderas, hasta sentir la curva del hueso bajo el hueco de su palma. Por lo visto Soul era tan capaz de estarse quieto como de volverse invisible: en cualquier caso, era lo que esperaba de él, y como Soul había mencionado – con uno de sus raros comentarios carentes de sarcasmo – sería aburrido que fuera dócil como una doncella. De hecho, había pasado un tiempo desde que no se divertía así, o lo tomaba en serio, para su caso era lo mismo. Nunca recordaba rostros ni nombres, había dejado de molestarse o perdió la capacidad para ello. Tampoco sabría determinar cuándo empezó a desdibujarse, cuándo comenzaron a perderse matices y detalles hasta convertirse en un borrón de encuentros fortuitos y gratuitos, susurros apagados por los jadeos, el crujir de la ropa desprendiéndose y volviendo a abrazar los cuerpos después. Cómo había degenerado hasta no ser más de un método, como otro cualquiera, para saciar una necesidad. No negaría que sus instintos le empujaban con fuerza en esos momentos, entonces recordaba, que había tenido la oportunidad de decidir, y por algo más que circunstancias se había decantado por un lado.

Parecía haberlo dicho para sí mismo, si bien la cercanía provocaba que no fuera necesario alzar la voz para escucharse. Tenía un francés bueno, con un tipo de acento que a Yves le recordaba, de algún modo, que no estaba lejos de lo que en un momento de su vida consideró un hogar. Siguió el consejo – la orden – del demonio y no se molestó en contestar, dejando que sus actos hablaran por él. También permitió a una de sus manos ascender entre los blancos muslos del albino: parecían hechos de mármol, como la estatua de una deidad o un héroe griego, pero aún emitían vapor y calor. Bajo su palma, notaba el perfil de los músculos tensos bajo la piel.

Fue subiendo voraz, sus largos dedos siguiendo la cara interna de los muslos. Soul podía ser impaciente, pero a Yves le gustaba tomarse las cosas con calma, y más si podía ser de forma deliberada. Llegó hasta el sexo del otro, que reclamaba atención, húmedo y enrojecido. Empezó a masajearlo de abajo a arriba, y al llegar a la punta se encontró con la mano ajena. – Desde luego, no tienes paciencia alguna. – fingió decepción, aunque lo cierto es que no tenía motivos para culparle, menos aún si él era el causante, alternando en ocasiones, y en otras, yendo tan lento que conseguía sorprenderse a sí mismo. Notó cómo su propia hombría iba despertando, desperezándose. Para bien o para mal, tenía sangre de íncubo en las venas, la sangre Soul había logrado hacer hervir. Para bien o para mal…

Tenía manos rápidas que pasaban con fluidez de las caricias a tomar con pulso firme. – Hm... me pregunto si aguantarás mientras puedas. – sonrió felino, al tiempo que daba una sonora palmada en uno de los cachetes. No lo suficiente como para dejar marca... no una demasiado grande al menos. Dicho lo cual continuó con el ritmo, como un pianista tras una pausa solemne, aunque su instrumento fuese otro bien distinto. Lástima no podía ver su cara, le hubiese gustado saber qué clase de expresión tendría en esos momentos, pero la respuesta no tardaría en llegar. Iba y venía, masajeaba los testículos y volvía hasta el glande, como los tiempos de una partitura. Su lengua tampoco se detenía, se revolvía inquieta, parándose en ocasiones para dejar paso a los dientes, porque mordía cuanta piel estuviera a su alcance, ya fuera en los muslos, los lumbares, decidido a devorarlo lentamente, pero por completo.

Su izquierda soltó el amarre con el que aferraba la cadera contraria, internándose entre sus nalgas, como si quisiese llegar al origen del calor. Los dedos entraron con una facilidad insultante, resbalando por la humedad de la saliva y el agua, con la carne quemándole la piel del índice y el corazón. – Quién lo diría, tan frío por fuera, tan caliente por dentro. – Yves sonrió, sabiendo que perdía el control a cada segundo que pasaba con el pianista, y no por ello dejando de lamer, morder y besar cuanto gustase, porque podía permitirse ese lujo. Sentía un hormigueo en palma de la diestra, en los dedos cercando la extensión humedecida, rasgando la punta con las yemas, mientras se adentraba en el demonio todo cuanto lo físico le permitía, una y otra vez, como si no tuviera suficiente de ese calor tan buscado. Le ardían las manos y la boca, le ardía la piel, la entrepierna, el deseo y el orgullo. Si seguía así, tal vez consiguiera prender fuego a la cama.
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Mensaje por Soul Eater Lun Sep 28, 2015 2:29 am

-Aahh…. –Abría los labios, los jadeos que no podía detener y mi cuerpo temblando. Luchaba para conseguir oxigeno cada que él mordía la piel, saboreando cada esquina, luego eran esas garras, que pintaban mi piel y dejando el relieve rojo. Tenía el deseo enfermo de estar rodeado de espejos, poder verme, pensar en el rostro y sus ojos ¿De qué manera me estaba viendo?
Deseaba gemir como de retorcerme pero aún era pronto, así que detenía el instinto con el uso de una almohada, mordía tanto como fuera necesario y lo que se escuchaba eran sonidos mudos, dejando como víctima aquella tela, humedecida, como lo estaba siendo la cama.  Todo el orden de cómo había estado empezando ahora era una imagen de nuestra locura.

Entre el último deleite de sus labios me di a la tarea de que mi voz se escuchara, la almohada me estaba estorbando para poder tomar bocanadas de aire con tranquilidad. Además de darme un poco de placer en el sexo, pero no fue únicamente mi diestra que paseaba por la zona, pronto la palma del ángel comenzaron a investigar la zona, era tan tentativo, acariciando entre las piernas, sabía que lo hacía apropósito, era consciente de que lo único que había apreciado habían sido esos labios y piel, pero ser atendido hasta reconfortarme nunca había llegado. Quería detenerlo por la provocación y también alentarlo para que se apresurara pero no podía discutir mientras mi cuerpo estaba con la tarea de exponer como deliraba por el acto. -¡Ah! –Un temblor me recorrió cuando por fin la mano ajena se atrevía a ir directo al origen de mis problemas. –Calla…. –La palabra intentó sonar con todos los tintes de reclamo, pero los jadeos antes expuestos la debilitaron convirtiéndola en un solo pequeño reproche.

Tratando inútilmente de detener esos jadeos de tus labios, cuando se volvía un insolente te calentaba el humor y  deseabas más que nada patearlo, un poco sádico, es que no podías hacer mucho por eso, eras un demonio y te enseñaron de esa manera, sin embargo tus piernas no podrían cpn la tarea, se estaban retorciendo de la ayuda manual que te brindaba tu sirviente. –Aahh… Sii... mnnh… esperemos que mmás…  que tú –Mordiéndote el labio a cada palabra para poder evitar que sean interrumpidos a causa de esas manos que no te dejan en paz. -¡Ahh! –Genial, tú y tus oraciones de reto, nunca sabías cuando detener esa boca tuya… No, la verdad no, te encantaba tentar tu suerte.

Estabas tentándote si tenías que empezar a gimotear como gata encelo o ponerte rudo, morder la almohada no el mejor método para meditarlo. Quien no podía ayudarte a ocultar lo que provocaba aquel canalla eran tus piernas, que a lo largo se entumecían hasta los dedos que se hundían en la tela. Tú mano ya estaba solamente recostada en la cama, ya había alguien que estaba trabajando en su lugar.

Tu concentración, la poca que quedaba estaba perdiéndose, esa mano sabía hacer más que sólo preparar algunas comidas y hacer la limpieza. Pero…
-Aaaahh…. Ah-ah… -Por fin algo digno te hizo sacar la cabeza de esa almohada para gritar y poco a poco gimotear. Pocos segundos estuviste en esa posición pues el resto de tu cuerpo sucumbió y se dejó caer, las piernas hicieron su tarea y se abrieron más a su invitado. Apretaste tus labios, necesitabas volver en sí, un poco más y perderías la cabeza por Yves. – ¿Im-impaciente? Mngh… ¿Yo? –Te burlaste con la poca cordura que te quedaba, no era mucha pero mientras pudieras con ello aun seguirías en el juego. Porque ambos ya estaban peleando por la cordura, ¿Quién tenía más? ¿Quién jugaría con el otro? ¿Quién encendías más al otro?... Lo más seguro es que ni uno podría ser el ganador pero eso no significaba dejar tregua.

En el siguiente movimiento no vendría mal llevar ese delgado cuerpo tuyo hacía tu contrincante. Con tus brazos le entregaste tu delicioso cuerpo, que entrara y viera si podía. -
Ngg.. Ah… ¿Qué es más… caliente? Arrg…. ¿La boca o..? –Tus labios ya no dieron la opción, tu cuerpo levantaba con descaro el trasero hacía tu amante.  

El cuerpo luchaba para arrancarse la carga del delicioso y maligno deseo de venirse, aun era muy pronto, un poco más, necesitabas más que la relajación, el orgasmo que el evento que ambos comenzaron de manera tan improvisada, esta era la meta que necesitabas. Era esa sensación irrespetuosa hacía tu cuerpo como cuando iniciaban tus primeros años siendo el juguete de muchos hombres, demasiado provocativo, no sabías los movimientos y te encantaba calentarlos hasta que arremetieran contra tu cuerpo ¿Esto provocaba que no te tocaran tan codiciosamente desde hace mucho? Que fastidio o simplemente era la habilidad de un ángel, cierto, un ángel tan corrupto y descarado ¿Y si le pedias que te tomara mientras mostraba esas alas? En verdad sería jodidamente bueno.
- Yves~ -Y ronroneaste de sólo iniciar tus fantasías en tu cabeza.
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Mensaje por Yves A. Blanchard Vie Nov 13, 2015 7:08 am

De vez en cuando, cuando la presión lo superaba, dejaba escuchar algún jadeo. Debía estar mordiendo la almohada con todas sus fuerzas, a juzgar por sus ocasionales bocanadas, buscando el oxígeno que la tela no podía darle. La condenada cama amortiguaba todo cuanto Yves, o más bien dicho, su lengua y manos, lograban despertar en el albino. Apenas quedaba rastro de la incitación en su voz, sustituida ahora por evidente satisfacción, y quizá cierta frustración.

- Mhm, no sufras, yo no me preocuparía por eso. – al albino le costó una eternidad articular una frase con sentido, e Yves lo recompensó, o castigó por la provocación con una nueva firma en su cuerpo, en tinta morada y temporalmente indeleble. Sabía que no podría contentarse mucho más tiempo con sonidos reprimidos y palabras a medias, ya quería verle la cara, saber qué tipo de expresión pondría, si sus pómulos estarían tan enrojecidos como el resto de su cuerpo, labios húmedos y párpados tan pesados como el calor que los cubría, el del cuerpo del uno sobre el otro. Un poco de estipulación visual no estaría de más, aunque al principio había necesitado estrechar los párpados y agudizar la vista para percibir las formas del otro en la penumbra, entre los pliegues de la sábana con cuya blancura se confundía. Quedaba lejos de llegar a memorizar cada lunar, mancha y cicatriz (si es que cabía encontrarlos en esa piel que rayaba la perfección) en el cuerpo del albino, pero podía jactarse de haber recorrido toda su forma, dejando tras si un rastro de sus propias marcas.

Era irónico (por no decir absurdo) pensar que un par de semanas atrás apenas si podían mirarse. Hubieron encuentros fortuitos en el pasillo, conversaciones lacónicas sobre temas cotidianos, quiénes y cuántos se quedaban a cenar (pronto había aprendido los gustos del equipo: a Vincent le perdían unos buenos carbonara, Will era vegetariano y Luigi, con su gesto severo y sus correctos modales, se enfurruñaba como un niño cuando le ponían berenjena) o qué habitación tenía mayor prioridad en cuanto a limpieza (se dio por vencido con el dormitorio en la primera semana). Con el asunto del viaje verse era una casualidad, aún viviendo bajo el mismo techo. Y una vez en París, con ambos arrastrados a una absurda y pomposa fiesta, les había faltado tiempo para enzarzarse en una pelea cargada de reproches, celos y tensión. Y dos horas después, Soul acababa de gemir por décima vez, a consecuencia de las atenciones que Yves le daba poco amablemente, mientras intentaba (también por décima vez y con un éxito relativo) que no se le fuera la cabeza por ello. En respuesta a su atrevimiento retorció los dedos que tenía dentro de él, que ya habían subido a tres, aunque no sabría decir cuándo había sucedido. ¿Importaba acaso? El albino parecía disfrutarlo, a juzgar por la manera en la que no sólo no oponía ninguna resistencia, sino que abría esas piernas que temblaban y buscaban donde apoyarse. Su tiempo era limitado, de momento seguía siendo capaz de conservar la cordura: quería hacerlo porque buscaba el placer, no como un éxtasis fugaz, sino como un momento más intenso y duradero, algo que valiera la pena recordar.

Pero si el contrario seguía gimiendo así, abriendo las piernas y buscando el contacto, los límites de su autocontrol empezarían también a difuminarse. Él mismo se arqueó para pegar su pecho a la curva de su espalda, sin que ni siquiera el aire se interpusiera entre ellos, salvo el frío del precioso metal que Yves portaba. La joya no era más que un descarado alarde de supremacía por parte del menor, un recordatorio constante y prueba de que Yves le pertenecía, de forma legal al menos.Pero era un regalo, uno caro y de buen gusto, motivo suficiente por cual no se deshizo de él en ningún momento. Además tenía por norma evitar deshacerse de los obsequios de sus amos, que no solían ser pocos, al menos mientras se encontrara al servicio de estos. De vez en cuando se preguntaba cuánto duraría aquella desastrosa relación, y quién sería el primero en ponerle fin: antes de llegar a la habitación se hubiera planteado de forma seria la renuncia. Pero ahora, con una mano alrededor de su sexo y la otra rasgando sus recovecos más profundos, sería difícil renunciar a un placer que ambos perseguían con tanto anhelo. – Dilo.- masculló contra su cuello, con el pulso del demonio bajo la boca. – Pídelo, y lo tendrás. – empezó a masturbarle con más fuerza, su mano resbalando con facilidad por la curva del miembro, que empezaba a estar ligeramente pegajoso. Por esto le costaba dejarse llevar, porque sabía que una vez lo hiciera, todo sería vértigo. – Después de todo, quieres que sea un buen sirviente... – siguió jugando como si nada hubiera dicho, de forma aparentemente desinteresada, que en su cuello, hombros y espalda pronto se terminarían los espacios en blanco donde no estuviera mordiendo, chupando o besando. A veces era difícil no acelerar, mantener el ritmo de sus manos, por lo que se concentraba en la respiración del albino para encontrar un patrón, siendo sólo tentativo a veces. En otras, cuando pensaba que estaba a punto de perder el control, lo hacía como si no le importase en absoluto que se viniera en ese mismo momento. Tan pronto como sintió que sus dedos se deslizaban sin resistencia por la cavidad del albino, empezó a darse cuenta de que había recuperado la erección. Era muy tentador, pero también demasiado pronto. Ya que había aguantado tanto, no estaría de más hacerle esperar durante un poco. Siempre y cuando el propio Yves fuera capaz de contenerse tanto como él.

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Mensaje por Soul Eater Dom Ene 17, 2016 1:26 am

Y pensar que la primera vez que lo conocí apenas expresaba sentimientos, después sólo fue un sirviente sin diversión, uno tenía que molestarlo para que hiciera alguna reacción entretenida. Pero me agradaba, y mucho tenía que ver con esa carita bonita que tenía, por esos no tarde en ir directo a sus labios, debía probar que tan bueno era, el primer beso interesante pero sin “magia”. Y ahora tenerlo tan “iniciativo”, me preguntaba si de esta manera era con su antiguo dueño, después de todo ese hombre parecía sólo un perdedor, aun me felicito a mí mismo por haber salvado a ese sujeto, había conseguido a mi juguete favorito. Y después de varias semanas aun ni siquiera había una quinta parte del pago…

– AH! ¡AH! ¡AH! – Descuidado mientras tenía la cabeza en otro lugar, y además esos dedos tenían algo que ver, de mi garganta salieron esos sonidos, agudos y poco discretos. Tenía que tomar esas bocanadas de aire como si me estuviera ahogando en el mar, con mucha desesperación o no iba a poder por mucho tiempo. Sabía muy bien que mi trasero se estaba moviendo para buscar ese delicioso punto en el que a veces tocaba Yves. No me iba a poner gruñón, no con el sexo, tenía ganas de disfrutarlo, de sentirlo. Yves era tan inmaduro, en el sentido de que al parecer cuando se trataba de una presa le encantaba jugar con ella, admitámoslo, su comportamiento estaba siendo más animal, no es que tenga algún problema, era encantador ver cuando ya no era un mayordomo o ciervo que tenía la mayor compostura, el mejor porte y la educación era de respetarse. –Nggg… – Ahí iba otra mordida, ¿qué tanta ropa tendría que utilizar para esconder hasta el último signo de esta noche? ¿Cuántos días más íbamos a estar en parís? ¿Toda la noche sería suficiente? ¡Maldita sea! Pero lo único que taladraba mi desesperación era: ¿cuándo iba a dejar de jugar con esos dedos?

“Comenzabas a mover las caderas, con el único deseo de que el calor de la piel te derritiera un poco más. Y fue ahí cuando lo escuchaste, se escuchaba que hablaba como si te tuviera a su merced, que ahora te tocaba obedecerlo porque parecía que no tenías de otra.

Tu cabeza estaba negándose, y la boca exhalaba con pasión, repetiste esto por lo menos tres veces antes de poner palabras en esos labios. –Te puedo dar el placer… -Una risa mezclada de un jadeo vino – de metérmela… -Porque era un premio digno para el obediente Yves. Levantaste un poco más el trasero, moviéndolo en leve círculos. Después de la oración cortada por jadeos, comenzaron aparecer chillidos, resultado de esa mano que no se detenía, que no tenía compasión. Porque las tuyas estaban tan ocupadas como para detenerlo, tiraban de las sabanas, apretabas con fuerza, con un poco más y las habrías destrozado.”
Con esfuerzos aun podía mantenerme en línea, trague saliva, conteniendo el deseo de entregarme como plato principal. Mis cuerdas vocales estaban en el peor estado, agudizaba cada sonido que con mi oxigeno se podía crear. Los dedos de Yves, controlaban mis movimientos en mi cuerpo, aunque posiblemente él ya tenía una idea de esto: levantar mi cabeza y tomar una bocanada de aire, derribar mi cuerpo a un lado, tensar mis piernas, hacer temblar mi cuerpo.

Ya no podía ver con claridad, mis ojos estaban humedeciendo, no me di cuenta en qué momento ya eran llorosos, cuando se habían acumulado ¿Hacía cuanto tiempo de algo así? Por supuesto que lo recordaba, muy pocos competían en esta lucha placentera, en la que mi cuerpo no era el único que buscaba las maneras de provocar a mi acompañante que era tan mutuo y desesperante.

En momentos como este, esperaba que las habitaciones continuas pudieran escucharme y provocar un deseo parecido al que tenía ahora. –Mnngg… ¿Qué sucede? –Sin mucho esfuerzo mis ojos lo vieron. – ¿Ya no sé te ocurre nada? –
Cruzaba los dedos, por decirlo de una manera. Sentía que iba a perder la cordura, de nuevo, aunque mi orgullo era el único que me ataba para seguir aquí. Pero la respiración era lo que delataba a una persona, los ojos que no veían ningún punto en especifico, que escapaban de todos esos destellos, el temblar del cuerpo, que deseaba un calor profano para que callara en sus gritos de placer. ¿Tan débil estaba?


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