Era un tranquilo día, parecía muy prometedor la mañana que se levantaba en el horizonte, Soma se sentía feliz de aquel instante que disfrutaba de una cierta paz y quietud aunque extrañaba sentir compañía cerca, como aquel estaba caminando des preocupadamente y sin fijarse bien en el camino, terminó en el cementerio.

Le causó curiosidad cuando se encontró en la entrada de aquel sitio, parecía tan siniestro y la vez interesante que hizo que aquel hombre se animara a entrar a ver que podía encontrar o ver. ya que en cualquier lugar se pueden encontrar las cosas más increíbles y extrañas que se pueda imaginar.

El chico se adentró caminando entre las lápidas con ninguna prisa por seguir su andar, era como un paseo por el parque para el así que no tenía que apresurar sus pasos.

Algunas lápidas eran interesantes, tenían adornos extraños y extravagantes, eso le causó curiosidad ya que sus ritos funerarios eran más diferentes y extraños.

Siguiendo su camino se detuvo en un árbol de roble, y por la fresca briza que se sintió del lugar decidió descansar bajo la sombra de aquella planta.

Era extraño el gusto de los humanos  por enterrar los cadáveres bajo una cruz o una lápida que dijera quién fue en vida la persona que se encontraba bajo ella y los cientos de kilo de tierra húmeda que tenían encima. Pero en el tiempo que llevaba ahí, había comprendido un poco más esa manera tan absurda de actuar, pues ya se le había hecho rutina, ir cada fin de semana a ese lugar para buscar el lugar donde la habían enterrado a ella. Sin poder dejar de recriminarse todavía, por que si él se hubiera opuesto en lugar de confiar en ella, seguramente aunque en esos momentos no se hablaran, sería mejor que no verla nunca más con esa sonrisa que le solía manipular a voluntad.

Detuvo sus pasos al encontrarse frente a la cruz tan modesta que había cerca de un árbol, en el que solía recostarse mientras miraba ese lugar y pensaba seriamente sobre ella. Era una estupidez, incluso él lo sabía, pero siempre era lo último que quedaba en todo. Arrepentimiento. – Tsk – chasqueó la lengua, en algún momento tendría que cambiar esa modesta cruz para hacerle algo mucho más material y bonito, el problema sería que no podía, por que ella nunca lo hubiera visto de buena gana.  Se metió las manos a los bolsillos de su chaqueta y caminó hacia el árbol, sin notar que había alguien sentado a unos pasos de distancia, pues estaba acostumbrado a estar en ese lugar completamente solo, como si las personas ahí realmente ya no importaran tanto.