Una suave sonrisa le había dedicado a aquella chiquilla de cabello castaño rizado que tras detenerse frente a la vidriera, había apoyado sus pequeñas manitos en ésta con el presumible afán de tocar a quién, tras el vidrio, permanecía inmóvil en su sitio, en exhibición, había estado todo el día en aquella vidriera viendo a las personas pasar, sonriendo a todas y cada una de ellas que le dedicase alguna efímera mirada; era así su naturaleza después de todo, era así su amabilidad, y aunque hubiese deseado entablar conversación con alguno otro androide o con alguno de los empleados, sabía bien que después de todo, y mientras no fuese comprado, ese sería su mayor deber. Exhibirse, su diseño y sus mejores cualidades… aunque no estaba seguro que pudiera hacer tal cosa solo permaneciendo detrás de una vidriera.

Y las horas pasaban, y los días habían pasado así en los últimos tiempos; aunque ciertamente Aniel era uno de los pocos androides que salían a pasear de vez en cuando o a cumplir con algún pequeño encargo que no exigiese poner en riesgo su equipo. Lo cierto era que más allá de la ayuda que pudiese brindar a los empleados o a algún que otro ciudadano, lo que más ocupaba sus horas era pararse en aquella vidriera a esperar que alguien se viese interesado en pagar por él la cuantiosa suma que implicaba comprarle.

Fue tras ver como su joven madre se llevaba a la niña retirando sus pequeñas manos de la vidriera, que uno de los empleados se aceraba al albino para comunicarle que debía hacerse presente en la sala de ensamble en donde serían revisados todos sus componentes; aquel día había llegado, el día en que fuese necesario revisarle para saber si seguía estando en perfecto estado. Aunque él mismo lo supiese, podría decirse que sus sensores internos estaban en verde; todo funcionaba al 100% sin embargo, la revisión era necesaria. Y hacia el sitio solicitado se encaminó con un tranquilo andar, abandonando la vidriera en la cual un PSI era colocado ahora en exhibición.

Recorrió sin demasiada prisa los largos pasillos que llevaban al corazón de la estructura en donde se ubicaban los laboratorios, las salas de ensamble y demás instancias en donde los que eran como él nacían día a día. Y en la puerta etiquetada a nombre de Ming Chén tocó con dos golpecitos suaves; comenzando a quitarse mientras esperaba, los guantes azules que eran parte de su atuendo y que siempre solía llevar puestos en las manos, guardándolos tranquilamente en uno de los bolsillos de su abrigo. Tras oír el permiso necesario ingresó entonces al sitio, sin embargo antes de que intentase pronunciar palabra alguna el impacto visual que supuso aquel cuarto lleno de cosas hasta donde pudiese ver, le obligó a quedarse estancado bajo el umbral de la puerta sin poder dar paso alguno; y tras observar al hombre de cabellera castaña rodeado de un sinfín de cosas que no le antojaba analizar en ese momento y las manos llenas de salsa… una de sus cejas comenzó a temblar de forma curiosa al momento en que cerraba los ojos y fruncía el ceño con clara molestia ¿Qué demonios era ese tiradero que tenía enfrente? Ni siquiera veía por donde podría caminar para llegar hacia el sujeto.

-Sigma código 11… presentándose para revisión…-casi gruño intentando calmarse y solo dejar pasar lo que sería, al parecer, una tortura de unos cuantos minutos; alzando uno de sus pies para intentar caminar, esquivando una caja y pasando por encima de… ¡¿era eso una pierna?! Si los androides hubiesen tenido un Dios, en ese mismo momento le estuviese rogando que le dotase de buena paciencia; y aún así… él no pensaba tocarlo con esas manos ¿verdad?... se mordió el labio inferior tragándose un comentario de desagrado en lo que intentaba llegar al hombre; lo habría visto algunas veces por los pasillos y quizás le hubiese dirigido algún que otro saludo, pero esto era su mundo, para Aniel era otro mundo…