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Soul
Yves
Soul
Ya regresar de la tienda fue un martirio, había frio pues se hizo de noche además de que sin saber porque fui a comprar algunas cosas. Esperaba que no tardaran en traerme a mi nuevo hibrido, no sabía cómo reaccionar al encontrar un nuevo sirviente, lo dejaría libre si no fuera feliz conmigo aunque era imposible que alguien no lo fuera conmigo…Este chico sí que era un poco egocéntrico pero que se podía esperar de alguien, a veces se mentía si con eso fuera a ser feliz… Al entrar al departamento me fije del gran desorden que había, seguramente una de las cosas que haría mi querido sirviente sería limpiar, no es como si le hubiera hecho para él pero tenía pocas ganas de hacer eso.
Apenas tenía tiempo con las giras y conciertos; lo que venía siempre haciendo era descansar, bañarme y revisar algunas cosas, comía fuera y toda mi vida era movida. Olvidas algo Soul, recuerda que siempre te sientes solo, no hay nadie que te espere al llegar a casa, la gente con quien trabajas sabes que solo están por ti porque eres alguien famoso y trabajan para ti… nunca haz sentido a alguien como un amigo y seguramente tardarías en escuchar tu nombre de pila por ellos…Eran cosas que me importaban poco así que esperaba sentir ayuda por él. Odiaba los sirvientes solo obedecían como regla y eran aburridos, manteniendo ese roll y no ser lo que eran, los esclavos eran lo peor para él simple y humanos que por no tener algo se hacían esclavos, androides para ser más exactos no le gustaba las cosas hechas era mejor lo natural. Solté una leve risa de solo pensarlo. Esperaba que el fuera más indicado para mí.
Me tire a un sofá y sin quitarme el abrigo negro, tenía también los lentes, podían imaginar que tan cansado estaba y lo malo es que mañana seguramente hubiera ensaño, al menos metería la escusa de que debía cuidar a su mascota, si muy buena escusa y me podría tomar hasta una semana si fuera muy buen actor. Ahora buscaría el control de la tv, entre las cosas que estaban, moví un poco la ropa que estaba en el sofá y otras cosas, enserio apenas podía vivir ahí. Segundo problema era ver dónde colocar al sirviente, tal vez en el sofá o en la cama, si es que llegaba a la cama antes de no ser comido por el desorden.
Su mente solo tenía la idea de pensar como sería él pues apenas pudo ver las cosas el pobre albino ya que tenía tanta flojera de leer las descripciones e historial, odiabas enterar de las cosas de otras personas y mejor era esperar a que el mismo te lo digiera, solo habías visto su rostro, parecía alguien mayor pero igual seguramente tú eras mayor a él. Aunque te impondrías y te pondrías bien en el lugar de amo y uno muy caprichoso.
Que será del pobre sirviente que ahora estará bajo tus cuidados eso si no eres tu el que esta a sus cuidados…. Hay mi pequeño Demonio~
Que será del pobre sirviente que ahora estará bajo tus cuidados eso si no eres tu el que esta a sus cuidados…. Hay mi pequeño Demonio~
Yves
Advirtió la presencia incluso antes de que sus nudillos llamaran con suavidad. Bajo el marco de la puerta apareció una mujer en la treintena, con el cabello oscuro pulcramente recogido en un moño que acentuaba sus rasgos delgados y angulosos. Diane, Dayanne, algo así. No la conocía demasiado, rara vez se dirigía al resto del servicio salvo para dirigir las tareas del día. Ni siquiera habían pasado un par de meses desde su llegada a aquella casa y ya volvía a marcharse... así eran las cosas.
─ Ya eshora. El señor espera en la entrada. ─ esperó a que el híbrido asintiera para retirarse en riguroso silencio, dejando tras sí la estela de un veloz taconeo. Aunque intentaban disimularlo, era obvio ─ o al menos así le parecía ─ que se sentían cohibidos con su presencia; y que tenían tantas ganas de charlar con el ángel como este con los humanos. No era ninguna novedad, de todos modos.
Apenas tardó un par de minutos en guardar sus objetos personales en una pequeña maleta de mano, sólo lo imprescindible, nada de verdaddero valor económico o sentimental. Al dirigir una última mirada a la habitación, la descubrió igual que se la había encontrado el primer día, como si nunca hubiera estado allí. Sin una palabra de despedida o consuelo, los sirvientes le observaron bajar las escaleras con su característico porte real. Si bien había decidido no comunicar su partida, las noticias jugosas corren como la pólvora en los cuchicheos de cocina, en las habitaciones, el salón e incluso los baños. Sentía la mirada de aquellos cobardes humanos fija en algún punto de su espalda, como si esperasen que en cualquier momento diese media vuelta y todo volviera a la normalidad. Eso no iba a suceder: tanto ellos como él lo sabían muy bien. El señor aguardaba frente a las puertas del caserón, para variar, observando el reloj con impaciencia. Al verle descender los escalones, su rostro se retorció en una extraña mezcla de lástima y alivio. Yves había sido un mayordomo excelente, no le había fallado ni una sola vez, ni tuvo queja alguna por parte de invitados o el resto de personal. Sentía desprenderse de una buena inversión tan pronto, pero se trataba de salvar su propio pellejo, y eso estaba por encima de todo y de todos. Humanos...
─¿Ya estás listo? ─ resistió la tentación de bufar ante semejante obviedad. Aquel amo no había sido el peor de todos, siempre le trató con cortesía y solía dejarle actuar a su antojo, pero en ciertos aspectos dejaba mucho que desear.
Le puso una mano en el brazo ─ Dios, como odiaba que hiciera eso ─ y se inclinó hacia él, con la evidente intención de implicar privacidad a sus palabras. ─ Lamento todo esto, de verdad. Sé que no es justo después de lo que has hecho por nosotros. Te juro que algún día, quizá no muy lejano, volveré a recuperarte. De eso puedes estar seguro. ─ sonrió a la espera de alguna reacción, por mínima que fuera, si bien el íncubo no era precisamente célebre por su expresividad. Inclinó la cabeza, gesto que acompañó con un monótono "sí, señor". Siendo sinceros, no le podría importar menos. Cambiar de dueño formaba parte de su estilo de vida, y por mucho que se empeñaran en lo contrario, ninguno de ellos lograba ser de suficiente
influencia como para añorarlos. El hombre pareció algo decepcionado ─ sin duda esperaba un momento emotivo y dramático que le hiciera creerse un héroe de novela ─ pero lo enmascaró con una última despedida. El chasquido de los portones cerrándose tras él fue un sonido liberador.
Frente a estos ronroneaba el motor de un Audi último modelo, probablemente perteneciente a la extensa colección del señor. Apenas dirigió una mirada al chófer, quien, para su suerte, tampoco parecía muy hablador. Veía pasar luces borrosas frente a sus ojos, mientras fantaseaba con aquel encuentro, más próximo a cada segundo. Aunque no se hacía ilusiones, era un hombre curioso. “Lindo y rico, o al menos eso espero”. Se alejaban de las afueras para adentrarse en las entrañas de la ciudad. Cuando
quiso darse cuenta, el auto se detuvo frente a un bloque de apartamentos. Yves alzó una ceja, entre sorprendido y escéptico. Por debajo del murmullo de sus pensamientos, el conductor citó planta y puerta, antes de indicarle manualmente que saliera del vehículo lo antes posible. Ya había anochecido. Sin muchos miramientos y con un último gesto silencioso, cogió su maleta y entró al edificio antes de que el coche se perdiera al final de la carretera. Sonrió para sí. No se sentía en absoluto inquieto. Más bien, intrigado. ¿A qué clase de víctima serviría esta vez? Si no se conociera tan bien a sí mismo, juraría que incluso estaba un poco emocionado con todo aquello. Simplemente, se limitó a tocar el timbre.
─ Ya eshora. El señor espera en la entrada. ─ esperó a que el híbrido asintiera para retirarse en riguroso silencio, dejando tras sí la estela de un veloz taconeo. Aunque intentaban disimularlo, era obvio ─ o al menos así le parecía ─ que se sentían cohibidos con su presencia; y que tenían tantas ganas de charlar con el ángel como este con los humanos. No era ninguna novedad, de todos modos.
Apenas tardó un par de minutos en guardar sus objetos personales en una pequeña maleta de mano, sólo lo imprescindible, nada de verdaddero valor económico o sentimental. Al dirigir una última mirada a la habitación, la descubrió igual que se la había encontrado el primer día, como si nunca hubiera estado allí. Sin una palabra de despedida o consuelo, los sirvientes le observaron bajar las escaleras con su característico porte real. Si bien había decidido no comunicar su partida, las noticias jugosas corren como la pólvora en los cuchicheos de cocina, en las habitaciones, el salón e incluso los baños. Sentía la mirada de aquellos cobardes humanos fija en algún punto de su espalda, como si esperasen que en cualquier momento diese media vuelta y todo volviera a la normalidad. Eso no iba a suceder: tanto ellos como él lo sabían muy bien. El señor aguardaba frente a las puertas del caserón, para variar, observando el reloj con impaciencia. Al verle descender los escalones, su rostro se retorció en una extraña mezcla de lástima y alivio. Yves había sido un mayordomo excelente, no le había fallado ni una sola vez, ni tuvo queja alguna por parte de invitados o el resto de personal. Sentía desprenderse de una buena inversión tan pronto, pero se trataba de salvar su propio pellejo, y eso estaba por encima de todo y de todos. Humanos...
─¿Ya estás listo? ─ resistió la tentación de bufar ante semejante obviedad. Aquel amo no había sido el peor de todos, siempre le trató con cortesía y solía dejarle actuar a su antojo, pero en ciertos aspectos dejaba mucho que desear.
Le puso una mano en el brazo ─ Dios, como odiaba que hiciera eso ─ y se inclinó hacia él, con la evidente intención de implicar privacidad a sus palabras. ─ Lamento todo esto, de verdad. Sé que no es justo después de lo que has hecho por nosotros. Te juro que algún día, quizá no muy lejano, volveré a recuperarte. De eso puedes estar seguro. ─ sonrió a la espera de alguna reacción, por mínima que fuera, si bien el íncubo no era precisamente célebre por su expresividad. Inclinó la cabeza, gesto que acompañó con un monótono "sí, señor". Siendo sinceros, no le podría importar menos. Cambiar de dueño formaba parte de su estilo de vida, y por mucho que se empeñaran en lo contrario, ninguno de ellos lograba ser de suficiente
influencia como para añorarlos. El hombre pareció algo decepcionado ─ sin duda esperaba un momento emotivo y dramático que le hiciera creerse un héroe de novela ─ pero lo enmascaró con una última despedida. El chasquido de los portones cerrándose tras él fue un sonido liberador.
Frente a estos ronroneaba el motor de un Audi último modelo, probablemente perteneciente a la extensa colección del señor. Apenas dirigió una mirada al chófer, quien, para su suerte, tampoco parecía muy hablador. Veía pasar luces borrosas frente a sus ojos, mientras fantaseaba con aquel encuentro, más próximo a cada segundo. Aunque no se hacía ilusiones, era un hombre curioso. “Lindo y rico, o al menos eso espero”. Se alejaban de las afueras para adentrarse en las entrañas de la ciudad. Cuando
quiso darse cuenta, el auto se detuvo frente a un bloque de apartamentos. Yves alzó una ceja, entre sorprendido y escéptico. Por debajo del murmullo de sus pensamientos, el conductor citó planta y puerta, antes de indicarle manualmente que saliera del vehículo lo antes posible. Ya había anochecido. Sin muchos miramientos y con un último gesto silencioso, cogió su maleta y entró al edificio antes de que el coche se perdiera al final de la carretera. Sonrió para sí. No se sentía en absoluto inquieto. Más bien, intrigado. ¿A qué clase de víctima serviría esta vez? Si no se conociera tan bien a sí mismo, juraría que incluso estaba un poco emocionado con todo aquello. Simplemente, se limitó a tocar el timbre.
Soul
Habían pasado 15 o 20 minutos desde que llegue a casa y mi cansancio no se hizo esperar, no tarde demasiado después de haber colocado cualquier canal, me quede dormido como siempre, de lado y abrazando una almohada, ni quitado los zapatos, nada, me gustaba estar así de desordenado era mi manera de ser y odiaba un poco ese orden que tenían las personas. Aun dormido en mi mente seguía rondando como sería él, le agradaría o cosas así, era raro que le tomara tanta importancia cuando solo lo compre por puro capricho… Mentiroso… Era poco lo que sabía de él.
Unos minutos más fue cuando el timbre toco y sin fijarme di la vuelta y caí del sofá golpeándome el cabeza, doloroso de verdad y la cosa que apenas me dio ganas de quejarme quedándome un momento ahí tirado mientras tocaba mi cabeza para ver si no había sangrado. Comenzó a levantarme sentándome mientras me preguntaba quien era, podía ser mi paquete o alguna clase de molestia… prefería la primera aun que ahora entraba en los dos por haberme causado el dolor en la cabeza. Me levante apagando el televisor, esperaba que no se molestara por el “poco” desorden que tenía. Patee algunas cosas en el camino y me acerque a la puerta abriendo, dio un paso atrás al ver al mayor, me sorprendí pues era más alto de lo que me esperaba… vale yo no era tan alto que cualquiera podía superarme pero parecía más bajo en la fotografía. Desvié mi mirada mientras daba paso para que entrara en el departamento… Quien sabe cómo le hacía el demonio para colocar de esa manera uno de los departamentos más costosos del edificio, en verdad era muy espacioso pero ahora terminaba en un desastres, si uno se fijaba bien lo único que podía salvarse es el estudio, que no se veía a primera vista uno debía meterse aun más para notarlo claro que era porque ahí estaba el piano, bueno más que uno era su estudio de música per igual era un desastre, solo donde estaba el piano de cola brillaba y era notorio… Evite la mirada unos segundos pero debía comenzar a presentarme, me mordió un poco el labio para luego levantar la mirada, en verdad era alto. –Bienvenido, yo soy tu amo, Evans Soul –No le estreche la mano pues no le vi necesario, camine de regreso al sofá suspirando un poco, este era el ángel… bueno hibrido que obtuve. –Espero e ignores por hoy el desorden, no siempre estoy aquí y a veces parece que no vivo aquí –Explique rápido mientras me sacudía la gabardina y me la quitaba.
Estaba un poco nervioso pues no quería pensar que era un desorden su vida como su casa, mantuviste un gesto de tristeza por unos instantes para luego sonreír un poco no te gustaba estar así y menos por alguien nuevo. –Espero tener tu ayuda para arreglar el lugar Yves –Ampliaste tu sonrisa y lo observaste desde tu lugar. –Te puedo llamar así, ¿no? - No ibas a impresionar a una persona y no tenías que afectarte algo, tú eras alguien que hacia lo que quería y así eras increíble. –Olvídalo así te llamare, es corto llamarte así y no me gusta hablar demás, espero podamos llevarnos bien o al menos no pelearnos –Aclaraste mientras acomodabas tu cabello aunque más que nada lo revolviste. Solo observaste con esos ojos rojos, tan rojizos como la sangre que apenas brotaba, albino como tú, algo que los hacía un poco iguales pero sentías que iban a ser muchas cosas indiferentes que parecidas, sonreíste un tanto inocente con tu toque malicioso que tenías, era interesante como de momentos cambiabas esa manera un poco vulnerable a algo un poco más difícil.
Un aspecto inmutable pero era solo en aspecto, uno debía ver donde picar para hacerte caer pero por el momento todo era difícil.
Yves
Antes de que se diera cuenta la puerta se abrió con un chasquido. Seguramente lo habría estado esperando, aunque parecía más sorprendido que contento. Casi... ¿intimidado? Yves sonrió en su fuero interno. Bien, nada fuera de lo normal. Pese a su apariencia tranquila y apacible -rozando la inocencia-, imponía cierto respeto empezando por su presencia. Alto para la edad aparentada, pero tampoco excesivamente musculado, ni enclenque, ni enfermizo. Y siendo sinceros, no hacía falta demasiado para superar al contrario en cuanto a talla se trataba. Aún así, le gustaba. Como había previsto, se trataba de un hombre. Incluso bastante guapo, se podría decir. Inconscientemente, intentó captar más detalles de su rostro, pero el chico estaba nervioso y parecía reacio a mirarle. Cabello blanco, albino, similar al suyo -hecho que le agradó al instante-, faz sin imperfecciones visibles, armoniosas. Aspecto en general, normal y corr... bueno, informal. Respiró hondo. No era del todo tímido, pero su vacilación le inquietaba. Daba la impresión de que lo evitaba todo el tiempo. Le llamó la atención el que no tratara de saludarlo, o siquiera llamar su atención: un gesto, una sonrisa, un apretón de manos... y, por lo tanto, Yves apenas asintió momentáneamente. ─ Un placer conocerle, mon seigneur. ─ dijo alto y claro. Tenía un nombre... curioso, por decirlo de alguna manera. No sonaba mal al oído, y por sus conocimientos sobre la lengua inglesa, Soul significaba... “alma”. “Es hermoso.” reconoció. De hecho, esperaba que también pudiera darle alguna pista acerca de su portador. Pocas veces habituaba a llamar a sus “señores” por el nombre de pila, pero en aquella ocasión hubiera resultado interesante. Poco a poco, empezaba a hacerse la idea : esa compra podría significar algo. “Quizá esta vez no sea como las anteriores”, pensó, entre el desagrado y la curiosidad. Siempre era lo mismo: tarde o temprano, de una manera u otra, conseguiría adueñarse de todo y todos sin hacer prácticamente nada. Esbozó una leve sonrisa ante la idea. Más tranquilo, acompañó al joven al interior del apartamento.
Pese a que las blasfemias pronunciadas en su mente habrían hecho palidecer al Mismísimo, no pronunció palabra ni su expresión varió lo más mínimo. Había estado en casas y mansiones realmente sucias y desordenadas, pero aquello... Dios. Su siguiente comentario le arrebató toda certeza de poseer cualquier oportunidad para salvarse del desastre. ─ Por supuesto. ─ sonrió forzadamente -aunque claro, casi ni se le notaba-. Debería haberse imaginado algo así. No habían puesto un precio muy alto a su adquisición, y a decir verdad, el albino tampoco parecía especialmente rico o elegante. Dudaba mucho que tuviera servidumbre o similares. Quería decir, con un esclavo era suficiente, ¿verdad? “No por mucho tiempo.” se dijo a sí mismo. Tenía tiempo para dar la vuelta a la situación. Y además, también podía ver su lado provechoso: nunca fue esa clase de niños a quienes les gustaba compartir sus juguetes.
Asentía distraído mientras paseaba la vista por la habitación. Dejando a un lado el desorden, era una habitación bastante grande, pero nada fuera de lo normal. Un piso modesto y bien situado. Incluso se le hacía un poco extraño estar en un lugar así. Tampoco tardaría demasiado en acostumbrarse, se dijo. Procuraba prestar atención a las palabras del joven, volviendo a dirigir sus ojos hacia la figura. Justo en el momento en el cual sus miradas terminaron por cruzarse. Imitó el gesto contrario dibujando en sus propios labios una sonrisa apacible y cordial. Por el momento, no debía confiarse. Pero parecía tan fácil... un chico inocente, tímido y reservado. Unos bellos ojos carmesíes observándolo expectante, como un niño que sostiene entre sus manos las alas de una libélula. Dejó escapar un imperceptible suspiro.
─ Llámeme como le plazca, señor. ─ poco le importaba. Bien, al menos, era directo. Punto a su favor, pese a su gran paciencia, detestaba los rodeos. ─ En cambio, ¿hay alguna manera especial de la que deba tratarle? ─ amo, señor, monsieur, lord... en fin, todo desembocaba en lo mismo, pero cada cual tiene sus gustos. ─ Yo también... ─ sonrió nuevamente.
Soul
Fue interesante su saludo, debía ser sincero pues no sabía bien de que idioma era pero no estaba tan estúpido para captar el mensaje, estaba bien ser formal pero no quería que lo fuera tanto, eso significaba para mi que no iba a tratar de ignorar el hecho de que era una relación de Amo y sirviente. Estaba bien que quisiera comenzar bien entre ambos pero quería que entendiera de que si iban a convivir desde ahora eliminara aquella formalidad.
Comenzaba a sentir algún ambiente raro, bueno aburrido y es que sentía que el ángel parecía tan tranquilo igual era normal por ser la primera vez que se conocían, cuando mire directamente a él desvie la mirada pues no me gustaba su mirada y no podía explicar por que exactamente, solo no quería verle demasiado directo. Seguía escuchando algún tipo de sobrenombre, era su amo pero como aclare detestaba ser llamado como usted y al parecer debía dejarle claro eso de alguna manera, no ahora pero cuando tal vez se lo merezca… Sigo preguntándome porque un ángel, que tienen de especial y aun más tú~ un demonio, bueno al menos no era un ángel por completo pero seguro era el porqué de no querer verlo. Soul comienza por las reglas, como si fuera un niño así debes comenzar… Me acaricie la frente y pase el cabello hacía atrás, como llamarme sería algún pequeño problema pero le devolvería el favor. –Evans, amo, Soul o Eater … Como quieras pero decídete por uno así será más fácil, ¿sí? –Agregue dando una leve sonrisa un poco sarcótica, no lo podía evitar cuando estaba un poco cansado y mi buen humor se iba. Eater... mmnm... parecía que se te había olvidado mencionar tu apellido favorito, ni te fijaste que lo mencionaste y continuaste pensando en otras cosas, Soul Eater Evans, sonaba tan interesante tu nombre, un demonio que consumia almas...
Baje la cabeza mirando el suelo, mi diestra acariciaba la parte lastimada de mi cabeza, estaba rezagado y pensaba que hacer ahora, pensé tener suerte en que él viniera mañana pero bueno nada esta planeado y menos cuando yo trato de hacerlo. –Creo que debería explicarte un poco como van las cosas aquí –Levante la mirada para ver le el rostro, aun estaba parado y quien sabe si iba a sentarse, debía ofrecerle pero ahora donde podía colocarse, bien no estaba mal el sofá. –Cierto, ven a sentarte luego podrás hacer guardia –Bromee aunque realmente ni tenía el tono de broma. –¿Que tanto haz traído de tu anterior lugar?... –Mejor era una platica por la noche mientras pensaba, seguramente mañana llamaría a alguien para que limpie toda el departamento, como si lo fuera a hacer el ángel pero tampoco era porque le de trabajo si no para que no dañe nada.
En lo que venía a sentarse fui a buscar algo en las bolsas que deje, como dije fui de compras y decidí comprar algún tipo de objeto para él, no era como si fuera un obsequio ni eso pensé pero podía interpretarse de esa manera, me daba igual como lo hiciera en este momento. Saque una bolsa negra pequeña que tenía un moño a un lado, así me lo habían dado en la joyería y realmente me gusto. Lo deje en la mesa enfrente del sofá y de ello me senté, cruzando los brazos. –Eso es para ti, quise comprarte un collar pero no encontré ni uno de mi gusto así que preferí algo de joyería, solo por si te pierdes y alguien te encuentra sabrá que eres mío –Sonríe un tanto malditamente pero eso era lo que quería, que captaran que era mío y de esa manera también el entienda. …En verdad no tenías la intención de comprarle un simple collar, no era apropiado y menos cuando miraste la foto en la compra, sabías que se merecía eso solo por ser bello y eso le dio puntos a su favor para ser comprado sin mirar nada más que el nombre…
Dentro de la bolsa se encontraba un collar que tenía un dije en forma de cruz, era oro blanco con detalles, detrás tenía marcado en letra cursiva Pet’s Soul . Tenía para costear cosas pero no era tan vanidoso, de hecho solo era alguien vago que casi siempre hacia lo que quisiera y cuando quisiera, por lo mismo Yves se encontraba aquí por mi puro capricho… Comprarle algo fue interesante ahora era esperar la reacción, ahora lo tratabas como si tuvieras un gatito pero no cualquier gatito uno que era listo más de lo normal y comenzarías a cuidar si es que él no terminaba por cuidarte…
Yves
Asintió en silencio para sí mismo. Realmente no tenía ninguna preferencia por cualquiera de esos nombres, pero como el albino insistía en llamarlo por el suyo, ¿por qué él no debería hacer lo mismo? ─ Sí, Soul. ─ afirmó. Eran las primeras palabras que pronunciaba tras unos incómodos instantes. El ambiente se notaba extraño, tranquilo hasta el punto de parecer tedioso. Era lo normal, o eso se suponía: su primer encuentro había tenido lugar minutos atrás. Estaban cansados y nerviosos. Además, siempre resulta un poco difícil enfrentarse a una nueva experiencia, sobretodo al comienzo. Yves tomó aire para ganar tranquilidad, apartándose con una mano los cabellos blanquecinos que se balanceaban frente a sus ojos. En la otra sostenía la maleta, no demasiado pesada gracias a sus escasas pertenencias. Sólo lo básico, no le gustaba cargar con cosas innecesarias y sin ningún tipo de significado... Puede que estuviera un poco chapado a la antigua, pero por lo menos, aún era práctico en lo referente a esas situaciones. Pese a que se encontraba algo incómodo, el silencio le estaba poniendo de los nervios. Y sin embargo... no había nada que decir. Nunca había sido una persona especialmente abierta o habladora, y aunque mantenía los ojos abiertos, se limitaba a los gestos y monosílabos por el momento. ¿Desde cuándo no se sentía así? Ni siquiera podía recordarlo. Tal vez ese largo tiempo rodeado de humanos, sus banalidades y emociones le afectaron más de lo esperado... “¡No!” fue la respuesta inmediata de su mente ante la posibilidad. Era absurdo. El tiempo no pasaba por su cuerpo: tampoco por su persona. Tras todos esos largos años, casi había alcanzado la perfección, no podía venirse abajo por una estúpida e insignificante compra. Encajó la mandíbula con rabia hacia si mismo, por permitir que la situación le superase durante unos segundos. Y también hacia... sí, él. Soul tenía la culpa de todo. Sería un digno adversario y ciertamente divertido jugar con él, pero ni por un momento pensaba darle una mínima ventaja. Yves iba a ganar. Tenía que ganar, fuera como fuese.
─ Claro. ─ intentó devolverle la sonrisa, desganado. No es que le emocionase la idea, si bien tampoco era nada nuevo vivir en una casa con normas. Al fin y al cabo, estaba más que acostumbrado. Enarcó una ceja, mirándolo extraño. Juraría que estaba bromeando o algo similar, pero no le había salido demasiado acertado. Tal vez le faltara práctica o los nervios le superasen. De cualquier manera, terminó por ignorar el comentario y dirigirse hacia el sofá, el único asiento libre y visible de la estancia. Realmente, todo lo demás a excepción de los muebles altos y la televisión parecía enterrado bajo esa capa de desorden absoluto que reinaba en el salón. Esquivó los trastos evitando patear o romper algo, no quería empezar debiéndole dinero a su nuevo amo. Se sentó a un lado con las piernas separadas y las manos sobre las rodillas, algo inclinado hacia delante, en la postura más cómoda que encontró. Apenas lo hizo cuando el joven apareció al lado del sofá. Traía un paquete en la mano. En vez de dárselo, lo dejó encima de la mesa y se sentó con los brazos cruzados frente a su vientre. Los párpados del híbrido se abrieron un par de milímetros más ante las palabras del chico. No por la ilusión o la sorpresa de recibir un regalo -que no tenía, en absoluto-, sino por el significado de este. Podía imaginarse perfectamente cuál era. Resignado, alcanzó el paquete y lo sostuvo entre sus dedos. Resistió la tentación de romperlo en mil pedazos. Además de tratarse de un terrible error -al fin y al cabo, era una orden indirecta-, rechazándolo le habría hecho creer que su objetivo -humillarlo- estaba cumplido. Rasgó el papel oscuro, y de los jirones surgió un collar de oro blanco con un pequeño medallón en forma de... de cruz. De todos los símbolos habidos y por haber, ¿porqué demonios habría tenido que escoger ese? Posiblemente no lo habría hecho con una específica intención más que la nombrada, pero aún así le desagradaba en demasía la idea de llevarlo puesto. Para colmo de males, pudo leer la inscripción en la parte opuesta de la joya. Debería haberlo tomado como una especie de animal estúpido, maldita sea. Le hervía la sangre de pura rabia. Cómo... ¿cómo tenía ese atrevimiento...? Ojalá le hubiera pedido que se lo tragara, así no habría tanto problema. El medio ángel reprimió un suspiro. Al menos, el color le gustaba. Apretando los dientes -lo cual no cambió en absoluto su serena expresión-, tomó el collar y se llevó las manos a la nuca, retirándose el pelo. La cruz de balanceó un poco más abajo del hueco entre sus clavículas. Cogiéndola por última vez, la examinó con detenimiento. Era realmente bonita, aunque no de su gusto. Sin embargo, esbozó una sonrisa con cierto deje malicioso. ─ Me queda bien. ─ no era una pregunta. ─ Gracias, me gusta. Pero estoy seguro de que no podré perderme si no es entre toda esta basura. ─ lo atacó de golpe, camuflándolo como si realmente se tratara de una broma. ─ No debería haberse tomado la molestia. En verdad creo que pronto me adaptaré a todo esto. ─ estaba seguro de ello.
Soul
Note como no tenía casi nada él. Daba igual seguro pronto compraría cosas para él, solía consentir a algunas personas con objetos todo dependía de la persona y a ver qué tal iba con él. En mis adentros me daban un poco de risa, no es que me estuviera burlando de él, aunque lo vieras por donde lo vieras, solo que así era yo y me encantaba ser así con la gente. Me gustaba hacer las cosas como yo quisiera y cuando quisiera, así había sido por largos años y tenía que soportarlo el hibrido. Parecía que era muy cuidadoso por donde pasaba aunque ya me daba igual, en verdad una parte muy dentro ya quería que todo estuviera en orden y lo estaría para mañana antes de que se levantara, pero si tenía que decir un lugar donde estuviera peor la situación era el estudio, nunca dejaba que entraran para que limpiaran, todos los papeles que estaban tirados ahí eran mi trabajo y no permitirían que lo tiraran confundiéndolo.
…Te había gustado su corta egosentría que mostro, tenía derecho pues en verdad era hermoso a tus ojos, soltaste una risa cuando hablo de cómo estaba el lugar pero no le diste tanta importancia, era mejor comenzar dando las reglas, tus reglas y como debían ser las cosas aunque querías ver sus reacciones…–Aja, mira Yves puedes hacer casi lo que quieras aquí, te tengo para mí entretenimiento cuando… yo quiera así que en el tiempo que no te necesite puedes tener cierta libertad –Le explique el porqué de su presencia aquí, solo quería que entendiera que no era mi esclavo hasta yo mismo detestaba esa palabra, seguramente porque en mi pasado fui uno. –Solo hay cosas que te quedan prohibidos, primera; no hagas desastres que no tengan remedio –Hasta le di libertad en ello, podía causarlo mientras tenga composición, no siempre me apegaba a las cosas así que me daba igual –Segundo; no me molestes cuando este en el estudio… Son simples, ¿no lo crees? –siempre sentía que cuando me molestaban mi inspiración se iba, nunca nadie me dio inspiración y era mejor de esta manera, odiaría que se convirtiera en molestia. –Se me olvidaba, si sabes cocinar te pediría que siempre hagas el desayuno y cena, casi siempre estoy en esos momentos. Cuando tenga que viajar te llevare, mañana te daré una tarjeta para que compres ropa o lo que quieras…-Al final suspire.
Me levante del sofá pues al parecer ya era todo lo que tenía que decir, le di la vuelta al sofá por la parte de atrás hasta detenerme detrás de él. –Para que no te pierdas puedes comenzar a limpiar, pero igual puedes hacerlo mañana así que puedes ir a la recamara esta al fondo yo iré a trabajar así que puedes dormir ahí o si te molesta en sofá también es cómodo – El tono de las palabras era un poco tranquilo en ciertas partes tenía una sonrisa. Me atreví a con mi diestra revolver un poco sus cabellos, ya me habían llamado la atención pero no había hecho nada, un tanto lacios y si se enojaba de nuevo… me daba igual, solo tenía en mente de que era mío y haría lo que quisiera.
Yves
Como el híbrido se temía, Soul marcaba la diferencia entre sus anteriores amos. Pues inconscientemente, Yves había tratado de compararlo con estos para encontrar alguna similitud, una actitud, un patrón que lo guiara... sin éxito. Y pronto comprendió cuál era la razón. Pese a que cada uno de sus precedentes dueños poseía diferentes características, todos tenían un punto en común: él mismo. Tarde o temprano, incluso fueran más abiertos, cerrados, introvertidos o extrovertidos, terminaban por prestarle la máxima atención posible. Poco a poco, o tal vez desde un principio, siempre estaban pendientes del medio íncubo, tanto, tanto, hasta que al final... acababa convirtiéndose en una obsesión. Y sin embargo, Evans actuaba de modo totalmente contrario: no parecía sentir el más mínimo interés por su nueva adquisición. Al fin y al cabo, lo trataba como lo que realmente era: una mascota. Este hecho despertó pensamientos contradictorios en el albino. Por una parte, la sola idea de compararse con un mero objeto ─ pues, como el chico afirmaba y el propio Yves se había imaginado, sólo estaba allí para el entretenimiento de su amo ─ le desagradaba completamente. No importaba nada de lo que dijeran esos malditos papeles, y mucho menos las ideas sobre su persona que podría tener aquel condenado muchacho... Yves valía más que eso. Y se lo demostraría, fuera cual fuese la manera.
En cierto modo, no sabía qué estaba pasando realmente. Intentaba incitarlo a la rebeldía ─ ¿de verdad era tan ingenuo de pensar que asimilaría todo aquello a las primeras de cambio? ─ o de verdad se trataba de un joven sumamente iluso. Bien, las reglas eran sencillas ─ evitar hacer más desastres y no entrar al “estudio”, donde quiera que demonios estuviera eso ─ y tampoco le costaba ningún esfuerzo seguirlas. ¿Qué clase de mayordomo (ex-mayordomo) sería si no supiera ni cocinar? Aunque ello significaba que pasaría solo gran parte del día, exceptuando mañanas y noches... bueno, más tiempo para él. No le importaba viajar de vez en cuando ─ incluso lo prefería así, por la costumbre ─, dudaba que pudiera sentirse atado a un lugar como ese... Asentía en silencio para sí mismo, mostrándose conforme. De hecho, no era una mala oferta teniendo en cuenta lo que le ofrecía. Aún con los ojos entrecerrados y las mirada fija en el vacío, advirtió que se desplazaba a su lado para colocarse justo a su espalda. Sin embargo, apenas hizo un movimiento. Escuchaba, por debajo del murmullo de sus pensamientos, palabras y más palabras: limpiar, recámara, trabajar, sofá... de pronto, una súbita rabia empezó a apoderarse de conciencia. ¿Cómo tenía ese descaro...? ¿Cómo... era capaz de hablarle de esa manera, de jugar con él como... como si sólo se tratarse de un simple juguete? Sus manos se estremecieron en las rodillas, empeñadas en guardar la compostura. “Calma, calma... vamos, sólo es un niño...” susurraba apaciguadora su razón. ¿Pero qué demonios tendría aquel chico para despertar sentimientos tan fuertes en él?
Este, a su pesar, fue el último pensamiento racional que tuvo antes de dejarse llevar por la ira. Todo sucedió muy rápido. En unas fracciones de segundo, tomó con rudeza la muñeca de esa osada mano que se había atrevido a efectuar el gesto en apariencia inocente, pero con un oculto significado que terminó por sacar al híbrido de sus casillas. Simultáneamente, se giró del todo hasta encontrarse otra vez con sus grandes ojos escarlata, los cuales escrutaba con expresión serena, más una ligera y torcida mueca de desagrado en sus labios. Quizá estaban un poco más cerca de lo debido, pero no lo suficiente para sentir incomodidad. Recordó justo a tiempo controlar las fuerza de sus manos, quería dejarle, a su vez, un par de cosas claras, más sin utilizar la violencia: conforme se fue calmando, la presión de su mano se aflojó hasta dejarla caer sobre el sofá, pero no quiso apartarse ni un centímetro. Poco a poco, el gesto de su rostro fue cambiando hasta alcanzar algo más relajado, una sonrisa serena, conciliadora... mas no arrepentida.
─ Por favor, disculpa mis modales. Reconozco que ha sido una descortesía por mi parte, pero no se trataba más que un acto reflejo. Muy a mi pesar, te recomendaría que no... volvieses a intentarlo, ya sabes, para evitar situaciones incómodas. ─ relató con voz tranquila y cautivadora, propia de él, si bien nada que ver con la verdadera intención de sus palabras. ─ Como decía... al igual que yo he escuchado y aceptado tus normas, lo justo sería que tú hicieras lo mismo, ¿verdad? Sí, eso me temía. ─ asintió antes de esperar una respuesta. ─ Bien, empecemos: primeramente, entiendo que hayas podido pensar algún tipo de estupidez similar a que por el hecho de haberme comprado, puedes hacer lo que se te antoje conmigo, incluyendo en este caso tareas domésticas y demás labores. Aunque cocinar me agrada, luego admito que soy diestro en el campo, si buscabas a una persona que tratarse de limpiar este vertedero al que tú llamas descradamente apartamento, lo lamento... no soy tu hombre. Hubieras hecho mejor en buscarte unas sirvienta para ello, un esclavo en todo caso. Pues una mascota no es el mejor sustituto de una niñera, ¿no crees? ─ asintió para sí. ─ Por segunda, realmente no es que necesite tus explicaciones, acepto el resto de normas porque en verdad no me supone ningún sacrificio acatarlas dada tu oportuna propuesta, pero pienso que las cosas podrían ir mejor si intentaras decirme cual es la razón de mi estancia aquí, o mejor, cuáles son tus intenciones al respecto. Y, en último lugar... no sé cuántas ilusiones te habrás hecho al respecto, mas te aconsejo que en un futuro, para evitar nuevas desilusiones, tengas en cuenta que estoy a tu servicio para lo que necesites, pues aunque no tome en cuenta tus provocaciones y pataleos de principito mimado, sigues siendo mi amo. Pero, pequeño, debes saber ... y recuérdalo bien... ─ aproximó su mirada a la suya un par de milímetros más, observándolo con intensidad. Había algo en aquel muchacho fuera de lo común, que lo irritaba y atraía al mismo tiempo, y no tardaría en averigüar de qué se trataba. ─ … Jamás seré tuyo.
Unos minutos más fue cuando el timbre toco y sin fijarme di la vuelta y caí del sofá golpeándome el cabeza, doloroso de verdad y la cosa que apenas me dio ganas de quejarme quedándome un momento ahí tirado mientras tocaba mi cabeza para ver si no había sangrado. Comenzó a levantarme sentándome mientras me preguntaba quien era, podía ser mi paquete o alguna clase de molestia… prefería la primera aun que ahora entraba en los dos por haberme causado el dolor en la cabeza. Me levante apagando el televisor, esperaba que no se molestara por el “poco” desorden que tenía. Patee algunas cosas en el camino y me acerque a la puerta abriendo, dio un paso atrás al ver al mayor, me sorprendí pues era más alto de lo que me esperaba… vale yo no era tan alto que cualquiera podía superarme pero parecía más bajo en la fotografía. Desvié mi mirada mientras daba paso para que entrara en el departamento… Quien sabe cómo le hacía el demonio para colocar de esa manera uno de los departamentos más costosos del edificio, en verdad era muy espacioso pero ahora terminaba en un desastres, si uno se fijaba bien lo único que podía salvarse es el estudio, que no se veía a primera vista uno debía meterse aun más para notarlo claro que era porque ahí estaba el piano, bueno más que uno era su estudio de música per igual era un desastre, solo donde estaba el piano de cola brillaba y era notorio… Evite la mirada unos segundos pero debía comenzar a presentarme, me mordió un poco el labio para luego levantar la mirada, en verdad era alto. –Bienvenido, yo soy tu amo, Evans Soul –No le estreche la mano pues no le vi necesario, camine de regreso al sofá suspirando un poco, este era el ángel… bueno hibrido que obtuve. –Espero e ignores por hoy el desorden, no siempre estoy aquí y a veces parece que no vivo aquí –Explique rápido mientras me sacudía la gabardina y me la quitaba.
Estaba un poco nervioso pues no quería pensar que era un desorden su vida como su casa, mantuviste un gesto de tristeza por unos instantes para luego sonreír un poco no te gustaba estar así y menos por alguien nuevo. –Espero tener tu ayuda para arreglar el lugar Yves –Ampliaste tu sonrisa y lo observaste desde tu lugar. –Te puedo llamar así, ¿no? - No ibas a impresionar a una persona y no tenías que afectarte algo, tú eras alguien que hacia lo que quería y así eras increíble. –Olvídalo así te llamare, es corto llamarte así y no me gusta hablar demás, espero podamos llevarnos bien o al menos no pelearnos –Aclaraste mientras acomodabas tu cabello aunque más que nada lo revolviste. Solo observaste con esos ojos rojos, tan rojizos como la sangre que apenas brotaba, albino como tú, algo que los hacía un poco iguales pero sentías que iban a ser muchas cosas indiferentes que parecidas, sonreíste un tanto inocente con tu toque malicioso que tenías, era interesante como de momentos cambiabas esa manera un poco vulnerable a algo un poco más difícil.
Un aspecto inmutable pero era solo en aspecto, uno debía ver donde picar para hacerte caer pero por el momento todo era difícil.
Yves
Antes de que se diera cuenta la puerta se abrió con un chasquido. Seguramente lo habría estado esperando, aunque parecía más sorprendido que contento. Casi... ¿intimidado? Yves sonrió en su fuero interno. Bien, nada fuera de lo normal. Pese a su apariencia tranquila y apacible -rozando la inocencia-, imponía cierto respeto empezando por su presencia. Alto para la edad aparentada, pero tampoco excesivamente musculado, ni enclenque, ni enfermizo. Y siendo sinceros, no hacía falta demasiado para superar al contrario en cuanto a talla se trataba. Aún así, le gustaba. Como había previsto, se trataba de un hombre. Incluso bastante guapo, se podría decir. Inconscientemente, intentó captar más detalles de su rostro, pero el chico estaba nervioso y parecía reacio a mirarle. Cabello blanco, albino, similar al suyo -hecho que le agradó al instante-, faz sin imperfecciones visibles, armoniosas. Aspecto en general, normal y corr... bueno, informal. Respiró hondo. No era del todo tímido, pero su vacilación le inquietaba. Daba la impresión de que lo evitaba todo el tiempo. Le llamó la atención el que no tratara de saludarlo, o siquiera llamar su atención: un gesto, una sonrisa, un apretón de manos... y, por lo tanto, Yves apenas asintió momentáneamente. ─ Un placer conocerle, mon seigneur. ─ dijo alto y claro. Tenía un nombre... curioso, por decirlo de alguna manera. No sonaba mal al oído, y por sus conocimientos sobre la lengua inglesa, Soul significaba... “alma”. “Es hermoso.” reconoció. De hecho, esperaba que también pudiera darle alguna pista acerca de su portador. Pocas veces habituaba a llamar a sus “señores” por el nombre de pila, pero en aquella ocasión hubiera resultado interesante. Poco a poco, empezaba a hacerse la idea : esa compra podría significar algo. “Quizá esta vez no sea como las anteriores”, pensó, entre el desagrado y la curiosidad. Siempre era lo mismo: tarde o temprano, de una manera u otra, conseguiría adueñarse de todo y todos sin hacer prácticamente nada. Esbozó una leve sonrisa ante la idea. Más tranquilo, acompañó al joven al interior del apartamento.
Pese a que las blasfemias pronunciadas en su mente habrían hecho palidecer al Mismísimo, no pronunció palabra ni su expresión varió lo más mínimo. Había estado en casas y mansiones realmente sucias y desordenadas, pero aquello... Dios. Su siguiente comentario le arrebató toda certeza de poseer cualquier oportunidad para salvarse del desastre. ─ Por supuesto. ─ sonrió forzadamente -aunque claro, casi ni se le notaba-. Debería haberse imaginado algo así. No habían puesto un precio muy alto a su adquisición, y a decir verdad, el albino tampoco parecía especialmente rico o elegante. Dudaba mucho que tuviera servidumbre o similares. Quería decir, con un esclavo era suficiente, ¿verdad? “No por mucho tiempo.” se dijo a sí mismo. Tenía tiempo para dar la vuelta a la situación. Y además, también podía ver su lado provechoso: nunca fue esa clase de niños a quienes les gustaba compartir sus juguetes.
Asentía distraído mientras paseaba la vista por la habitación. Dejando a un lado el desorden, era una habitación bastante grande, pero nada fuera de lo normal. Un piso modesto y bien situado. Incluso se le hacía un poco extraño estar en un lugar así. Tampoco tardaría demasiado en acostumbrarse, se dijo. Procuraba prestar atención a las palabras del joven, volviendo a dirigir sus ojos hacia la figura. Justo en el momento en el cual sus miradas terminaron por cruzarse. Imitó el gesto contrario dibujando en sus propios labios una sonrisa apacible y cordial. Por el momento, no debía confiarse. Pero parecía tan fácil... un chico inocente, tímido y reservado. Unos bellos ojos carmesíes observándolo expectante, como un niño que sostiene entre sus manos las alas de una libélula. Dejó escapar un imperceptible suspiro.
─ Llámeme como le plazca, señor. ─ poco le importaba. Bien, al menos, era directo. Punto a su favor, pese a su gran paciencia, detestaba los rodeos. ─ En cambio, ¿hay alguna manera especial de la que deba tratarle? ─ amo, señor, monsieur, lord... en fin, todo desembocaba en lo mismo, pero cada cual tiene sus gustos. ─ Yo también... ─ sonrió nuevamente.
Soul
Fue interesante su saludo, debía ser sincero pues no sabía bien de que idioma era pero no estaba tan estúpido para captar el mensaje, estaba bien ser formal pero no quería que lo fuera tanto, eso significaba para mi que no iba a tratar de ignorar el hecho de que era una relación de Amo y sirviente. Estaba bien que quisiera comenzar bien entre ambos pero quería que entendiera de que si iban a convivir desde ahora eliminara aquella formalidad.
Comenzaba a sentir algún ambiente raro, bueno aburrido y es que sentía que el ángel parecía tan tranquilo igual era normal por ser la primera vez que se conocían, cuando mire directamente a él desvie la mirada pues no me gustaba su mirada y no podía explicar por que exactamente, solo no quería verle demasiado directo. Seguía escuchando algún tipo de sobrenombre, era su amo pero como aclare detestaba ser llamado como usted y al parecer debía dejarle claro eso de alguna manera, no ahora pero cuando tal vez se lo merezca… Sigo preguntándome porque un ángel, que tienen de especial y aun más tú~ un demonio, bueno al menos no era un ángel por completo pero seguro era el porqué de no querer verlo. Soul comienza por las reglas, como si fuera un niño así debes comenzar… Me acaricie la frente y pase el cabello hacía atrás, como llamarme sería algún pequeño problema pero le devolvería el favor. –Evans, amo, Soul o Eater … Como quieras pero decídete por uno así será más fácil, ¿sí? –Agregue dando una leve sonrisa un poco sarcótica, no lo podía evitar cuando estaba un poco cansado y mi buen humor se iba. Eater... mmnm... parecía que se te había olvidado mencionar tu apellido favorito, ni te fijaste que lo mencionaste y continuaste pensando en otras cosas, Soul Eater Evans, sonaba tan interesante tu nombre, un demonio que consumia almas...
Baje la cabeza mirando el suelo, mi diestra acariciaba la parte lastimada de mi cabeza, estaba rezagado y pensaba que hacer ahora, pensé tener suerte en que él viniera mañana pero bueno nada esta planeado y menos cuando yo trato de hacerlo. –Creo que debería explicarte un poco como van las cosas aquí –Levante la mirada para ver le el rostro, aun estaba parado y quien sabe si iba a sentarse, debía ofrecerle pero ahora donde podía colocarse, bien no estaba mal el sofá. –Cierto, ven a sentarte luego podrás hacer guardia –Bromee aunque realmente ni tenía el tono de broma. –¿Que tanto haz traído de tu anterior lugar?... –Mejor era una platica por la noche mientras pensaba, seguramente mañana llamaría a alguien para que limpie toda el departamento, como si lo fuera a hacer el ángel pero tampoco era porque le de trabajo si no para que no dañe nada.
En lo que venía a sentarse fui a buscar algo en las bolsas que deje, como dije fui de compras y decidí comprar algún tipo de objeto para él, no era como si fuera un obsequio ni eso pensé pero podía interpretarse de esa manera, me daba igual como lo hiciera en este momento. Saque una bolsa negra pequeña que tenía un moño a un lado, así me lo habían dado en la joyería y realmente me gusto. Lo deje en la mesa enfrente del sofá y de ello me senté, cruzando los brazos. –Eso es para ti, quise comprarte un collar pero no encontré ni uno de mi gusto así que preferí algo de joyería, solo por si te pierdes y alguien te encuentra sabrá que eres mío –Sonríe un tanto malditamente pero eso era lo que quería, que captaran que era mío y de esa manera también el entienda. …En verdad no tenías la intención de comprarle un simple collar, no era apropiado y menos cuando miraste la foto en la compra, sabías que se merecía eso solo por ser bello y eso le dio puntos a su favor para ser comprado sin mirar nada más que el nombre…
Dentro de la bolsa se encontraba un collar que tenía un dije en forma de cruz, era oro blanco con detalles, detrás tenía marcado en letra cursiva Pet’s Soul . Tenía para costear cosas pero no era tan vanidoso, de hecho solo era alguien vago que casi siempre hacia lo que quisiera y cuando quisiera, por lo mismo Yves se encontraba aquí por mi puro capricho… Comprarle algo fue interesante ahora era esperar la reacción, ahora lo tratabas como si tuvieras un gatito pero no cualquier gatito uno que era listo más de lo normal y comenzarías a cuidar si es que él no terminaba por cuidarte…
Yves
Asintió en silencio para sí mismo. Realmente no tenía ninguna preferencia por cualquiera de esos nombres, pero como el albino insistía en llamarlo por el suyo, ¿por qué él no debería hacer lo mismo? ─ Sí, Soul. ─ afirmó. Eran las primeras palabras que pronunciaba tras unos incómodos instantes. El ambiente se notaba extraño, tranquilo hasta el punto de parecer tedioso. Era lo normal, o eso se suponía: su primer encuentro había tenido lugar minutos atrás. Estaban cansados y nerviosos. Además, siempre resulta un poco difícil enfrentarse a una nueva experiencia, sobretodo al comienzo. Yves tomó aire para ganar tranquilidad, apartándose con una mano los cabellos blanquecinos que se balanceaban frente a sus ojos. En la otra sostenía la maleta, no demasiado pesada gracias a sus escasas pertenencias. Sólo lo básico, no le gustaba cargar con cosas innecesarias y sin ningún tipo de significado... Puede que estuviera un poco chapado a la antigua, pero por lo menos, aún era práctico en lo referente a esas situaciones. Pese a que se encontraba algo incómodo, el silencio le estaba poniendo de los nervios. Y sin embargo... no había nada que decir. Nunca había sido una persona especialmente abierta o habladora, y aunque mantenía los ojos abiertos, se limitaba a los gestos y monosílabos por el momento. ¿Desde cuándo no se sentía así? Ni siquiera podía recordarlo. Tal vez ese largo tiempo rodeado de humanos, sus banalidades y emociones le afectaron más de lo esperado... “¡No!” fue la respuesta inmediata de su mente ante la posibilidad. Era absurdo. El tiempo no pasaba por su cuerpo: tampoco por su persona. Tras todos esos largos años, casi había alcanzado la perfección, no podía venirse abajo por una estúpida e insignificante compra. Encajó la mandíbula con rabia hacia si mismo, por permitir que la situación le superase durante unos segundos. Y también hacia... sí, él. Soul tenía la culpa de todo. Sería un digno adversario y ciertamente divertido jugar con él, pero ni por un momento pensaba darle una mínima ventaja. Yves iba a ganar. Tenía que ganar, fuera como fuese.
─ Claro. ─ intentó devolverle la sonrisa, desganado. No es que le emocionase la idea, si bien tampoco era nada nuevo vivir en una casa con normas. Al fin y al cabo, estaba más que acostumbrado. Enarcó una ceja, mirándolo extraño. Juraría que estaba bromeando o algo similar, pero no le había salido demasiado acertado. Tal vez le faltara práctica o los nervios le superasen. De cualquier manera, terminó por ignorar el comentario y dirigirse hacia el sofá, el único asiento libre y visible de la estancia. Realmente, todo lo demás a excepción de los muebles altos y la televisión parecía enterrado bajo esa capa de desorden absoluto que reinaba en el salón. Esquivó los trastos evitando patear o romper algo, no quería empezar debiéndole dinero a su nuevo amo. Se sentó a un lado con las piernas separadas y las manos sobre las rodillas, algo inclinado hacia delante, en la postura más cómoda que encontró. Apenas lo hizo cuando el joven apareció al lado del sofá. Traía un paquete en la mano. En vez de dárselo, lo dejó encima de la mesa y se sentó con los brazos cruzados frente a su vientre. Los párpados del híbrido se abrieron un par de milímetros más ante las palabras del chico. No por la ilusión o la sorpresa de recibir un regalo -que no tenía, en absoluto-, sino por el significado de este. Podía imaginarse perfectamente cuál era. Resignado, alcanzó el paquete y lo sostuvo entre sus dedos. Resistió la tentación de romperlo en mil pedazos. Además de tratarse de un terrible error -al fin y al cabo, era una orden indirecta-, rechazándolo le habría hecho creer que su objetivo -humillarlo- estaba cumplido. Rasgó el papel oscuro, y de los jirones surgió un collar de oro blanco con un pequeño medallón en forma de... de cruz. De todos los símbolos habidos y por haber, ¿porqué demonios habría tenido que escoger ese? Posiblemente no lo habría hecho con una específica intención más que la nombrada, pero aún así le desagradaba en demasía la idea de llevarlo puesto. Para colmo de males, pudo leer la inscripción en la parte opuesta de la joya. Debería haberlo tomado como una especie de animal estúpido, maldita sea. Le hervía la sangre de pura rabia. Cómo... ¿cómo tenía ese atrevimiento...? Ojalá le hubiera pedido que se lo tragara, así no habría tanto problema. El medio ángel reprimió un suspiro. Al menos, el color le gustaba. Apretando los dientes -lo cual no cambió en absoluto su serena expresión-, tomó el collar y se llevó las manos a la nuca, retirándose el pelo. La cruz de balanceó un poco más abajo del hueco entre sus clavículas. Cogiéndola por última vez, la examinó con detenimiento. Era realmente bonita, aunque no de su gusto. Sin embargo, esbozó una sonrisa con cierto deje malicioso. ─ Me queda bien. ─ no era una pregunta. ─ Gracias, me gusta. Pero estoy seguro de que no podré perderme si no es entre toda esta basura. ─ lo atacó de golpe, camuflándolo como si realmente se tratara de una broma. ─ No debería haberse tomado la molestia. En verdad creo que pronto me adaptaré a todo esto. ─ estaba seguro de ello.
Soul
Note como no tenía casi nada él. Daba igual seguro pronto compraría cosas para él, solía consentir a algunas personas con objetos todo dependía de la persona y a ver qué tal iba con él. En mis adentros me daban un poco de risa, no es que me estuviera burlando de él, aunque lo vieras por donde lo vieras, solo que así era yo y me encantaba ser así con la gente. Me gustaba hacer las cosas como yo quisiera y cuando quisiera, así había sido por largos años y tenía que soportarlo el hibrido. Parecía que era muy cuidadoso por donde pasaba aunque ya me daba igual, en verdad una parte muy dentro ya quería que todo estuviera en orden y lo estaría para mañana antes de que se levantara, pero si tenía que decir un lugar donde estuviera peor la situación era el estudio, nunca dejaba que entraran para que limpiaran, todos los papeles que estaban tirados ahí eran mi trabajo y no permitirían que lo tiraran confundiéndolo.
…Te había gustado su corta egosentría que mostro, tenía derecho pues en verdad era hermoso a tus ojos, soltaste una risa cuando hablo de cómo estaba el lugar pero no le diste tanta importancia, era mejor comenzar dando las reglas, tus reglas y como debían ser las cosas aunque querías ver sus reacciones…–Aja, mira Yves puedes hacer casi lo que quieras aquí, te tengo para mí entretenimiento cuando… yo quiera así que en el tiempo que no te necesite puedes tener cierta libertad –Le explique el porqué de su presencia aquí, solo quería que entendiera que no era mi esclavo hasta yo mismo detestaba esa palabra, seguramente porque en mi pasado fui uno. –Solo hay cosas que te quedan prohibidos, primera; no hagas desastres que no tengan remedio –Hasta le di libertad en ello, podía causarlo mientras tenga composición, no siempre me apegaba a las cosas así que me daba igual –Segundo; no me molestes cuando este en el estudio… Son simples, ¿no lo crees? –siempre sentía que cuando me molestaban mi inspiración se iba, nunca nadie me dio inspiración y era mejor de esta manera, odiaría que se convirtiera en molestia. –Se me olvidaba, si sabes cocinar te pediría que siempre hagas el desayuno y cena, casi siempre estoy en esos momentos. Cuando tenga que viajar te llevare, mañana te daré una tarjeta para que compres ropa o lo que quieras…-Al final suspire.
Me levante del sofá pues al parecer ya era todo lo que tenía que decir, le di la vuelta al sofá por la parte de atrás hasta detenerme detrás de él. –Para que no te pierdas puedes comenzar a limpiar, pero igual puedes hacerlo mañana así que puedes ir a la recamara esta al fondo yo iré a trabajar así que puedes dormir ahí o si te molesta en sofá también es cómodo – El tono de las palabras era un poco tranquilo en ciertas partes tenía una sonrisa. Me atreví a con mi diestra revolver un poco sus cabellos, ya me habían llamado la atención pero no había hecho nada, un tanto lacios y si se enojaba de nuevo… me daba igual, solo tenía en mente de que era mío y haría lo que quisiera.
Yves
Como el híbrido se temía, Soul marcaba la diferencia entre sus anteriores amos. Pues inconscientemente, Yves había tratado de compararlo con estos para encontrar alguna similitud, una actitud, un patrón que lo guiara... sin éxito. Y pronto comprendió cuál era la razón. Pese a que cada uno de sus precedentes dueños poseía diferentes características, todos tenían un punto en común: él mismo. Tarde o temprano, incluso fueran más abiertos, cerrados, introvertidos o extrovertidos, terminaban por prestarle la máxima atención posible. Poco a poco, o tal vez desde un principio, siempre estaban pendientes del medio íncubo, tanto, tanto, hasta que al final... acababa convirtiéndose en una obsesión. Y sin embargo, Evans actuaba de modo totalmente contrario: no parecía sentir el más mínimo interés por su nueva adquisición. Al fin y al cabo, lo trataba como lo que realmente era: una mascota. Este hecho despertó pensamientos contradictorios en el albino. Por una parte, la sola idea de compararse con un mero objeto ─ pues, como el chico afirmaba y el propio Yves se había imaginado, sólo estaba allí para el entretenimiento de su amo ─ le desagradaba completamente. No importaba nada de lo que dijeran esos malditos papeles, y mucho menos las ideas sobre su persona que podría tener aquel condenado muchacho... Yves valía más que eso. Y se lo demostraría, fuera cual fuese la manera.
En cierto modo, no sabía qué estaba pasando realmente. Intentaba incitarlo a la rebeldía ─ ¿de verdad era tan ingenuo de pensar que asimilaría todo aquello a las primeras de cambio? ─ o de verdad se trataba de un joven sumamente iluso. Bien, las reglas eran sencillas ─ evitar hacer más desastres y no entrar al “estudio”, donde quiera que demonios estuviera eso ─ y tampoco le costaba ningún esfuerzo seguirlas. ¿Qué clase de mayordomo (ex-mayordomo) sería si no supiera ni cocinar? Aunque ello significaba que pasaría solo gran parte del día, exceptuando mañanas y noches... bueno, más tiempo para él. No le importaba viajar de vez en cuando ─ incluso lo prefería así, por la costumbre ─, dudaba que pudiera sentirse atado a un lugar como ese... Asentía en silencio para sí mismo, mostrándose conforme. De hecho, no era una mala oferta teniendo en cuenta lo que le ofrecía. Aún con los ojos entrecerrados y las mirada fija en el vacío, advirtió que se desplazaba a su lado para colocarse justo a su espalda. Sin embargo, apenas hizo un movimiento. Escuchaba, por debajo del murmullo de sus pensamientos, palabras y más palabras: limpiar, recámara, trabajar, sofá... de pronto, una súbita rabia empezó a apoderarse de conciencia. ¿Cómo tenía ese descaro...? ¿Cómo... era capaz de hablarle de esa manera, de jugar con él como... como si sólo se tratarse de un simple juguete? Sus manos se estremecieron en las rodillas, empeñadas en guardar la compostura. “Calma, calma... vamos, sólo es un niño...” susurraba apaciguadora su razón. ¿Pero qué demonios tendría aquel chico para despertar sentimientos tan fuertes en él?
Este, a su pesar, fue el último pensamiento racional que tuvo antes de dejarse llevar por la ira. Todo sucedió muy rápido. En unas fracciones de segundo, tomó con rudeza la muñeca de esa osada mano que se había atrevido a efectuar el gesto en apariencia inocente, pero con un oculto significado que terminó por sacar al híbrido de sus casillas. Simultáneamente, se giró del todo hasta encontrarse otra vez con sus grandes ojos escarlata, los cuales escrutaba con expresión serena, más una ligera y torcida mueca de desagrado en sus labios. Quizá estaban un poco más cerca de lo debido, pero no lo suficiente para sentir incomodidad. Recordó justo a tiempo controlar las fuerza de sus manos, quería dejarle, a su vez, un par de cosas claras, más sin utilizar la violencia: conforme se fue calmando, la presión de su mano se aflojó hasta dejarla caer sobre el sofá, pero no quiso apartarse ni un centímetro. Poco a poco, el gesto de su rostro fue cambiando hasta alcanzar algo más relajado, una sonrisa serena, conciliadora... mas no arrepentida.
─ Por favor, disculpa mis modales. Reconozco que ha sido una descortesía por mi parte, pero no se trataba más que un acto reflejo. Muy a mi pesar, te recomendaría que no... volvieses a intentarlo, ya sabes, para evitar situaciones incómodas. ─ relató con voz tranquila y cautivadora, propia de él, si bien nada que ver con la verdadera intención de sus palabras. ─ Como decía... al igual que yo he escuchado y aceptado tus normas, lo justo sería que tú hicieras lo mismo, ¿verdad? Sí, eso me temía. ─ asintió antes de esperar una respuesta. ─ Bien, empecemos: primeramente, entiendo que hayas podido pensar algún tipo de estupidez similar a que por el hecho de haberme comprado, puedes hacer lo que se te antoje conmigo, incluyendo en este caso tareas domésticas y demás labores. Aunque cocinar me agrada, luego admito que soy diestro en el campo, si buscabas a una persona que tratarse de limpiar este vertedero al que tú llamas descradamente apartamento, lo lamento... no soy tu hombre. Hubieras hecho mejor en buscarte unas sirvienta para ello, un esclavo en todo caso. Pues una mascota no es el mejor sustituto de una niñera, ¿no crees? ─ asintió para sí. ─ Por segunda, realmente no es que necesite tus explicaciones, acepto el resto de normas porque en verdad no me supone ningún sacrificio acatarlas dada tu oportuna propuesta, pero pienso que las cosas podrían ir mejor si intentaras decirme cual es la razón de mi estancia aquí, o mejor, cuáles son tus intenciones al respecto. Y, en último lugar... no sé cuántas ilusiones te habrás hecho al respecto, mas te aconsejo que en un futuro, para evitar nuevas desilusiones, tengas en cuenta que estoy a tu servicio para lo que necesites, pues aunque no tome en cuenta tus provocaciones y pataleos de principito mimado, sigues siendo mi amo. Pero, pequeño, debes saber ... y recuérdalo bien... ─ aproximó su mirada a la suya un par de milímetros más, observándolo con intensidad. Había algo en aquel muchacho fuera de lo común, que lo irritaba y atraía al mismo tiempo, y no tardaría en averigüar de qué se trataba. ─ … Jamás seré tuyo.
Soul Eater
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