Salir por las noches no me gusta. No me gusta robar. No me gusta ser un ladrón. La única razón por la que lo hago es por mi propia supervivencia. Durante el tiempo que llevo en este mundo, me he dado cuenta de que las personas hacen lo que sea para sobrevivir. Cegadas por su egoísmo son capaces de hacer cualquier cosa. Son seres horribles.
Esta noche había conseguido comer algo, me gustaba la comida humana, aunque lo que obtenía no tenía punto de comparación con la comida que observaba en los escaparates de los restaurantes. La mía estaba sucia, algunas veces comía algo "caducado", como decían ellos. Luego mi estómago lo echaba, y eso me hacía sentir peor. Aunque claro, el simple hecho de encontrar algo para comer ya era todo un privilegio. La mayoría de días me alimentaba a base de agua.

Miré el cielo, empezaba a amanecer y la gente salía para empezar el nuevo día; estaba en centro de la ciudad, por lo que me tomaría un rato hasta llegar donde Kuro me esperaba. Había guardado algo de comida para él, cada día estaba más delgado, me preocupada que mi única compañía y amigo enfermara.
Ya había bastante gente por las calles, así que me metí entre la multitud y con paso ligero empecé a caminar hacia la zona baja. Intentaba pasar lo más desapercibido posible, no me gustaba como la gente me miraba, algunas con el asco plasmado en su cara, supongo porque mi cuerpo estaba sucio. Realmente no tenía mucha idea de qué aspecto tenía, pero creo que no era muy agradable a la vista.

Intentando esquivar a toda la gente que me venía de frente, sentí como algo me agarraba la mano derecha, provocando que me volteara para ver a que se debía eso: delante tenía a un hombre bastante alto con el pelo recogido, aunque mechones de cabello le caían por los hombros. Su mirada parecía pura, o al menos esa es la primera impresión que tuve. Me quedé observando a ese hombre fijamente unos segundos más, sin decir nada, mientras éste empezaba a hablar. No le puse demasiada atención a la conversación que estaba llevando, hasta que pronunció la palabra "señorita". Eso me hizo fruncir el ceño, odiaba que me confundieran con una chica. ¿Tanto me parecía a una mujer? Solté un suspiro casi imperceptible, quería irme ya de aquel lugar, había demasiada gente y ese hombre sólo me hacía perder más tiempo. Lo miré y agarré la mano con la que tocó mis cabellos para ponerla en mi pecho, para darle a entender que estaba equivocado. Aún no entendía lo que quería hacer con mi cabello, estaba sucio y no era para nada bonito.
Intenté soltar el agarre de su mano, pero éste la tenía bien cogida. Sacudí un poco mi cuerpo, estaba empezando a agobiarme, la gente pasaba, nos miraba a ambos. No podía soportar más esas miradas. Mi respiración se hizo cada vez más rápida. Quería irme ya.